Las jóvenes en la MMM – experiencias europeas
Por: Clara Carbunar
Ante todo, quisiera agradecer a la Coordinación brasileña por el trabajo que ha realizado para acogernos tan bien y para poder vivir esta intensa experiencia de estar aquí en Sao Paulo y también al Comité Internacional, por brindarme la oportunidad de hacer esta intervención, por preocuparse de la situación de las jóvenes en la Marcha y por haber pensado que una experiencia iniciada por las propias jóvenes y transmitida por una joven podía tener sentido. ■ ■ ■
Me pidieron que hablara de las jóvenes y de la MMM desde una perspectiva global y mundial, pero es realmente difícil porque llevamos poco tiempo trabajando entre jóvenes de diferentes países y regiones del mundo, así que mi testimonio se basará sobre todo en la experiencia europea. Desde hace casi 3 años, en Europa tenemos una nueva dinámica entre las jóvenes de la Marcha, organizando cada año campamentos de jóvenes feministas. Voy a hablaros entonces de la situación de las jóvenes en Europa, para reflexionar sobre las nuevas maneras que encontramos de organizarnos y de intentar ampliar el movimiento y los vínculos entre jóvenes feministas de diversos países. Espero que aunque mi intervención esté centrada en Europa, pueda servir de espejo a las mujeres y a las lesbianas jóvenes y menos jóvenes de Brasil y de otros países para reflexionar sobre la integración de las jóvenes en el movimiento, la inclusión de todas y la renovación de nuestras fuerzas militantes.
En Europa la sociedad es diferente a la de Brasil. Me impresiona ver la fuerza que tiene nuestro movimiento aquí y ver a tantas mujeres jóvenes activas, fuertes, mostrando plenamente esta fuerza colectiva de las mujeres que se organizan. En Europa, por una parte no tenemos un movimiento tan masivo y joven y las sociedades en general son mucho más mayores. Por un lado, esto hace que haya pocas jóvenes entre las mujeres y, por otro lado, que la edad joven se prolongue mucho más que aquí. Ayer conocí a una chica, une joven brasileña de Bahía que se extrañó al saber que yo participo en un grupo de jóvenes y me preguntó cuántos años tenía. Sí, tengo 31 años, pero en Europa soy joven: mi vida es la de una joven y en el entorno militante se me considera una joven militante. Pero no os preocupéis: ¡en nuestra dinámica de jóvenes hay muchas chicas mucho más jóvenes que yo!
Como os decía, en Europa hay pocas jóvenes en la población en general. La situación que viven las jóvenes en Europa se tiene que comprender en el nuevo contexto de las grandes transformaciones económicas, ideológicas y políticas que vivimos desde hace algunos años. La realidad en Europa es un ataque de los mercados financieros y del capitalismo, es un retroceso ideológico y un repliegue hacia los valores tradicionales, es un ataque a las prácticas democráticas que confieren voz y voto a los pueblos en materia de organización social y decisiones políticas. En Europa vivimos una crisis del modelo social-demócrata que, aunque no era perfecto, garantizaba al menos un mínimo de solidaridad entre generaciones, entre clases sociales, entre l@s habitantes de un país y l@s extranjeros. Esta solidaridad pasaba por la recaudación de impuestos, un sistema de pensiones y retribución por desempleo, servicios públicos con educación gratuita o a bajo coste, una salud pública que funcionaba bien, transportes públicos, etc.
Pero este modelo se ha acabado y los ataques neoliberales contra Europa conducen a políticas de austeridad, a la privatización de nuestros bienes comunes, a la destrucción de nuestros derechos sociales y a la explosión de las desigualdades. Podría hablar largo y tendido sobre la política de destrucción de nuestros servicios públicos, pero me han pedido que me centre en el tema de las jóvenes y, por otro lado, también pienso que las políticas neoliberales que estamos descubriendo ahora en Europa, en realidad vosotras las conocéis bien, desgraciadamente, ya que en América Latina, África y Asia se implantaron hace mucho.
Aún así, hay que mencionar que esta realidad no es exactamente la misma en toda Europa, sino que afecta principalmente a Europa Occidental. En toda Europa del Este, que vivía bajo regímenes comunistas hasta hace veinte años, nunca ha existido la socialdemocracia. Los derechos sociales existían bajo otra forma, y después de la caída del bloque soviético y de los regímenes comunistas en Europa, el capitalismo llegó disfrazado de libertad prometida a los pueblos y, desde entonces, el capitalismo salvaje se instaló en estas zonas. La división cultural, política y social entre la Europa “occidental” (pero incluyendo Grecia o Turquía) y la Europa del Este – antiguamente comunista, me parece uno de los aspectos más importantes a tener en cuenta en las reflexiones sobre nuestros modos de movilización en Europa. De hecho, estas diferencias son visibles también en la estructuración de nuestros movimientos sociales, con una muy escasa existencia en Europa del Este, donde l@s jóvenes están iniciando nuevas luchas sin poder apoyarse sobre el dinamismo de unos movimientos sociales organizados, mientras que en Europa Occidental existe toda una diversidad de organizaciones, sindicatos y partidos políticos. Estas organizaciones, incluso los movimientos de mujeres, ahora están dominadas por activistas de la generación de los ’70, de l@s cuales una parte están hoy jubilad@s, aunque se mantienen activ@s y encarnan la memoria de las luchas desde hace 40 años. Como jóvenes, nos beneficiamos de este saber, de los análisis producidos y del hecho de que numerosas mujeres trabajan para mantener esta memoria, en archivos feministas y lésbicos, pero también mediante prácticas concretas de lucha, estructuras existentes y culturas políticas de alianza, etc. Al mismo tiempo, tenemos que encontrar nuestro lugar en los movimientos, donde a menudo se notan intereses de poder. La confianza no siempre está presente entre generaciones. Pero vuelvo a la situación concreta de las jóvenes en Europa, porque creo que esta puede explicar al mismo tiempo los motivos y las maneras que tenemos de organizarnos, tanto en continuidad como en ruptura con las generaciones precedentes.
Somos una generación (la primera, sin dudas) que sabe que va a vivir peor que sus padres. Estamos en una situación en la que perdemos derechos y oportunidades, para construir nuestras vidas de manera autónoma como mujeres:
• El acceso a la universidad y a la formación se ha vuelto más difícil con la degradación económica. Ahora se paga con préstamos estudiantiles que hay que devolver después, cuando es muy difícil encontrar un trabajo y unos ingresos estables.
• El acceso a la vivienda también es muy difícil porque es muy caro, así que numerosas jóvenes se quedan a vivir con sus padres (hasta los 25, 30, 35 años) o se vuelven dependientes de sus parejas.
• El acceso al empleo es muy difícil para las jóvenes, provocando el aumento de la explotación. Las situaciones de subempleo son casi la única oportunidad para l@s jóvenes de tener un ingreso; el paro masivo implica la proliferación de las situaciones de acoso sexual y moral, el fomento de conductas de prostitución en la industria del sexo propiamente dicha o al margen de ella. De esta forma, las mujeres jóvenes se ven obligadas a aceptar empleos que sexualizan sus cuerpos, empleos de azafata o vendedora en los que tienen que llevar faldas cada vez más cortas y escotes más pronunciados.
• Este difícil acceso al trabajo conlleva numerosas migraciones de mujeres jóvenes en Europa, un exilio soportado para poder intentar construirse una vida. También existe una diferencia entre las jóvenes que tienen acceso a los derechos porque provienen de un país europeo, frente a las numerosas jóvenes que llegan de África, Asia o las Américas y que tienen verdaderos problemas para tener acceso a derechos, papeles, lo que las pone en situaciones muy complicadas, al mismo tiempo que la política de inmigración es cada vez más rígida e injusta (esto también es una realidad para las gitanas jóvenes).
• En tanto que mujeres jóvenes, también estamos viendo cómo algunos derechos fundamentales adquiridos por nuestras antecesoras están siendo cuestionados, como es el caso del aborto. La historia de la adquisición de este derecho en Europa es muy interesante y caótica, pero sabemos (porque hemos hecho un trabajo importante sobre esto con las jóvenes feministas de Europa) que los ataques contra el derecho formal y el acceso real al aborto son reales, múltiples y están apoyados por diversos tipos de argumentos (sobre todo económicos, religiosos, nacionalistas) en casi todos los países europeos.
En esta situación, luchamos por mantener nuestros derechos y no para conquistar nuevos derechos y es obvio que eso cambia la forma de nuestras luchas. Nuestra experiencia concreta con esta realidad nos empuja a intentar cosas nuevas, ya sean prácticas de supervivencia, de solidaridad, maneras de organizarnos. Por ejemplo, si no podemos acceder a viviendas, compartimos vivienda, de manera que la vida comunitaria toma otro sentido. Nuestras situaciones, muy inciertas y precarias, nos impiden también ser militantes como lo eran, de forma mucho más masiva, nuestras compañeras más mayores. Acumular varios empleos y formaciones o vivir con esta precariedad impide muchas veces a las jóvenes implicarse incluso en proyectos a medio plazo: no sabemos qué pasará la semana siguiente.
Como jóvenes, con estas experiencias nuevas de resistencia a la opresión, a una opresión que aumenta y se amplifica, tenemos la responsabilidad de transmitir nuestras visiones y prácticas de lucha a todas. Tenemos que trabajar juntas con la diversidad de vivencias y experiencias, para descubrir nuevas formas de resistencia. Como las mujeres negras, indígenas o lesbianas supieron, en su momento, alzar la voz en el movimiento de mujeres, aportando tanto al feminismo, de forma teórica y práctica, nosotras debemos hablar de nuestras realidades, de los análisis que hacemos y de las prácticas que se derivan de ellas.
Desde hace casi 3 años, hemos puesto en práctica una nueva dinámica autónoma de las jóvenes feministas de Europa. Hemos organizado 3 campamentos de jóvenes feministas: en Francia en 2001, en Rumanía en 2012 y el último en Portugal, hace apenas unas semanas. La posibilidad de reunirnos entre jóvenes de Europa nos permite partir de nuestras propias realidades concretas, para reflexionar políticamente sobre nuestras resistencias y nuestra solidaridad.
Por supuesto, al iniciar el proyecto de los campamentos destacábamos la importancia de los cambios sociales y políticos en Europa y la necesidad de organizarnos a nivel europeo, ya que todo el continente está siendo atacado. También queríamos reforzar la MMM en Europa y es verdad que dimos lugar a nuevas dinámicas en la Coordinación Europea, a nuevos ejes de trabajo comunes y a una mayor implicación de las jóvenes en algunas coordinaciones nacionales y a nivel europeo.
¿Cuáles han sido nuestros principios desde el comienzo?
• En primer lugar, la idea de que queríamos tiempo para conocernos, para poder construir luchas juntas: elegimos, pues, una duración de una semana entera para tener tiempo de crear vínculos personales entre nosotras, que nos parecen necesarios para mantener las relaciones. Queríamos acampar juntas, cocinar juntas, disfrutar de la naturaleza, aprender a respetarla, comer productos locales, tener la opción de comer platos vegetarianos o veganos para las que lo desearan…
• Después, el principio de no-mixidad, porque numerosos movimientos feministas en Europa son mixtos e incluyen a algunos hombres. Vivir una semana solamente entre mujeres jóvenes ha sido para muchas de nosotras un descubrimiento y una experiencia muy movilizadora, realmente transformadora.
• Por último, y quizás lo más importante, la autogestión y el funcionamiento no-jerárquico, con asambleas generales cada noche, reparto continuo de todas las tareas en la medida de lo posible, la definición conjunta del programa al principio de la semana, etc.
Durante estos tres años reunimos a jóvenes mujeres de una veintena de países (Francia, Rumanía, Portugal, Polonia, Turquía, Galicia, Suiza, Armenia, País Vasco, Estonia, Macedonia, Italia, Austria, Cataluña, Bélgica, Finlandia, Alemania, Noruega, Reino Unido, además de todas las mujeres inmigrantes que viven en estos países, pero procedentes de otros países y con su propio aporte de conocimientos y experiencias, entre ellas muchas brasileñas, más aquellas que pudimos invitar de otros continentes: de Quebec, Chile o Brasil). Numerosas jóvenes dijeron que esta experiencia había cambiado muchas cosas en sus vidas, porque producía un cambio tanto en su feminismo, como en su militancia, incluso dentro de los movimientos mixtos. Algunas decidieron retomar sus estudios o cambiar de trabajo, otras dejaron a sus novios y se liberaron de la violencia, otras han asumido vivir su lesbianismo, otras han encontrado nuevas fuerzas de emprender luchas locales de destacada importancia.
Las jóvenes de los 3 países que han organizado los campamentos han ganado en capacidad, reforzando sus colectivos locales y adquiriendo una experiencia importante en materia de toma de responsabilidad, pero también para hacer un presupuesto o planificar todo un encuentro. Aunque estos campamentos no hayan sido realmente “masivos” (conseguimos reunir entre 40 y 70 jóvenes, según el año y las posibilidades de financiación), sí que han tenido un impacto específico en nuestras vidas de jóvenes mujeres y jóvenes feministas.
Con respecto a nuestras formas de organización, creo que estamos en tensión entre modelos diferentes. Por ejemplo, existe tensión entre la lucha política más o menos clásica (cuando concentramos nuestra energía común en la construcción de redes formales, en la redacción de manifiestos políticos, en la preparación de las manifestaciones, etc.) y la experimentación de prácticas alternativas (cuando concentramos nuestra energía común en probar nuevas prácticas entre nosotras, en funcionar de forma no jerárquica, en la inclusión de todas, prácticas que ante todo nos alimentan y nos hacen madurar). No diría que estas dos cosas son completamente contradictorias, pero me parece que sí que existe cierta tensión, quizás entre el “hacerse bien a una misma” y “ser eficaz”. Hay que comprender que estos espacios de paz relativa son excepcionales, ya que vivimos en un contexto de machismo cotidiano, en el que soportamos, no elegimos, somos educadas para obedecer. La autogestión y la no-mixidad transforman nuestros modos de vivir y de concebirnos el mundo. El amor entre nosotras nos refuerza, individualmente y colectivamente.
En Europa, los movimientos sociales no son movimientos de masa. A menudo están divididos o atomizados y no atraen mucho a l@s jóvenes, en parte – sin duda – debido a su incapacidad de integrarlos en sus estructuras tradicionales, pero también por el desarrollo de una ideología individualista en la que cada uno se protege a sí mismo y a su familia ante todo. Un movimiento que ha reunido a mucha gente estos últimos años en Europa ha sido el de Los Indignados, sobre todo en Barcelona y Madrid, que se basaban justamente en la implicación de las personas, sin la mediación de las estructuras militantes tradicionales. Además de los indignados, que fueron muy numerosos y visibles, muchas otras luchas tenían cosas en común, con personas en lucha que desconfiaban de las organizaciones políticas o sindicales y con encuentros puntuales donde la vida colectiva tenía una importancia determinada, etc. Este fue el caso de Portugal, Rumanía, Bulgaria y, este verano, Turquía.
La dificultad de los movimientos sociales hoy reside en saber cómo reaccionar a estos ataques múltiples y muy fuertes contra los pueblos. A veces nos parece que siempre van más rápido que nosotr@s, y cuando digo “ellos”, pienso en los capitalistas, en las políticas y en aquellos que obran en contra de la autonomía de los pueblos. Tenemos el terrible ejemplo del anuncio que hizo el primer ministro griego, a las 5 de la tarde, de que la televisión pública iba a dejar de emitir y se desmantelaría, funcionarios despedidos, etc., ¡el mismo día a medianoche!... ¿Cómo actuar ante ataques de este tipo?
En realidad, son prácticas dictatoriales completamente coherentes con la criminalización de los movimientos sociales, el uso de armas contra los pueblos durante las manifestaciones, la detención de activistas bajo el amparo de leyes antiterroristas, etc. Esto va en paralelo con una remontada de la extrema derecha y de grupos fascistas o neo-nazis, que se apoderan de las calles en diversos países. En Francia hemos asistido a esto de forma muy inesperada, con una re-movilización de la derecha en el último año, apoyada por cientos de miles de personas que salieron a manifestarse en contra del matrimonio homosexual, pero también en apoyo a la familia tradicional, a la complementariedad de los sexos. Las ideas y prácticas, tanto populares como estatales, racistas, antisemitas o xenófobas son muy inquietantes. Sexismo y racismo parecen formar un todo, hacia una ideología cada vez más fascista.
Y nosotras, que estamos preocupadas por la remontada del fascismo, sabemos que necesitamos vuestras experiencias y vuestra ayuda para comprender cómo plantarle cara de forma estratégica. Porque si recuperamos experiencias históricas, por ejemplo testimonios feministas o lésbicos durante el ascenso del fascismo en los años ‘30 en Europa, sabemos que las dictaduras de derechas que sufrió América Latina en los años ’70 y ’80, hoy se parecen indudablemente más al modelo neoliberal desde un punto de vista político. También necesitamos solidaridad porque vivimos en un mundo globalizado. Si el fascismo tomase el poder en Europa, al igual que si los islamistas fundamentalistas de los que hablaba Souad ayer tomasen el poder en el mundo árabe, ello tendría un impacto en el mundo entero y por eso nos afecta a todas.
Como vemos, la situación no es muy buena y no somos vencedoras, porque queda muchísimo trabajo por hacer. Pero es cierto que las jóvenes feministas de la Marcha en Europa han conseguido abrir una dinámica nueva, posibilidades nuevas, y que hay una motivación real.
Y existe un verdadero desafío por multiplicar las luchas, los espacios que permitan a las jóvenes ser feministas, liberarse de la creciente enajenación mediante prácticas colectivas feministas o lésbicas. Existe el desafío de ofrecerles a las jóvenes de Europa posibilidades de entrar en la lucha para cambiar el mundo, pero también para cambiar sus propias vidas, porque la explotación de las mujeres, en sus formas antiguas y quizás todavía más en las nuevas, se apoya sobre una ideología misógina, en la hiper-sexualización de las mujeres y de las niñas, en la cultura de la violación y de la impunidad de las violencias sexuales. Ante todo esto, tenemos el deber hacia nosotras mismas de construir una cultura de la fuerza, de la solidaridad entre mujeres, de la autonomía, del derecho de las mujeres a defenderse verbalmente y físicamente contra todas las violencias que sufrimos. Necesitamos continuidad. Muchas de las prácticas que aplicamos no las inventamos nosotras, sino que nos vienen dadas por el movimiento de mujeres y los movimientos lésbicos y necesitamos al mismo tiempo hacerlas nuestras, aplicándolas de otra manera para que coincidan con nuestras propias vidas y necesitamos conocer la historia. Necesitamos transmitir la memoria y la experiencia y necesitamos creatividad para renovar y redefinir nuestras luchas feministas.
En el campamento de este año, la palabra que más nos motivaba era “Utopías”. Los ojos de las chicas brillaban al pensar en maneras de ampliar nuestros espacios feministas de solidaridad, de aprendizaje, de respeto y de amor entre nosotras. Queda mucho por hacer. Necesitamos confiar en nosotras, en nosotras las mujeres, pero también en nosotras las jóvenes mujeres o jóvenes feministas, por parte de las feministas más mayores. Como se dijo en el campamento este año: “nosotras también tenemos derecho a equivocarnos”, aunque la situación sea difícil. De todos modos, necesitamos creatividad, la creatividad de cada una. Esto implica asumir riesgos, ahora más que nunca, justamente ahora que es más difícil. Esto implica salir de nuestra zona de confort militante. Esto implica poder utilizar lo que ha construido el movimiento de mujeres, para inventar y desarrollar nuestras luchas.
Estamos en ello. Gracias.
Clara Carbunar
9 Encuentro Internacional de la Marcha Mundial de las Mujeres
Sao Paulo, Brasil, 26 de augusto 2013
9 Encuentro Internacional de la Marcha Mundial de las Mujeres
Sao Paulo, Brasil, 26 de augusto 2013
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