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World March of Women

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Mujeres por la desmilitarización

Por: Nana Aïcha Cissé*
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La Marcha Mundial de las Mujeres (MMM) afirma, a lo largo de los últimos años, su compromiso a favor de la paz y su rechazo a la guerra y a la militarización de la sociedad. El compromiso de las mujeres en el terreno se apoya en una visión activa de paz. Plantea el reconocimiento pleno, entero y activo de los derechos de las mujeres y de las acciones de formación y solidaridad que van más allá de las fronteras.

Luego de un siglo de guerras, que se han llevado tantas vidas y han costado tantos esfuerzos de reconstrucción, el capital, ahora en crisis estructural y con una caída de la producción, es aún más inseparable de un aumento constante de la industria de las armas asociada a una expansión militar.

Las ventas de la industria de armas en 2011 están estimadas en 410 mil millones de dólares, de los cuales el 60% corresponde a 44 empresas con sede en Estados Unidos y 29% a 30 empresas de Europa Occidental. Enfrentadas a una ligera reducción de las ventas, las compañías emprenden estrategias de deslocalización hacía América del Sur, Medio Oriente y Asia.

La militarización no se limita a la dimensión económica, se extiende a la imposición de valores militares hacia el conjunto de la sociedad (fe en la jerarquía, obediencia, resolución de conflictos por la fuerza…). Estos valores son claramente patriarcales y se manifiestan en extremis a través de la violencia sexual y el aumento de la prostitución –incluyendo de niñas–, asociados a la presencia militar.

La sociedad controlada se manifiesta también a través de una mayor criminalización de las luchas sociales. Un ejemplo son las reacciones de los militares de Guatemala en respuesta al juicio del dictador Rios Montt, responsable del genocidio y de la violencia sexual contra el pueblo Ixil. Se ha acusado a activistas de «terrorismo», tanto por la vía jurídica, como incitando a la población contra ellas, en un acto de negación de la defensa de sus derechos.

La paz: La pieza faltante, el feminismo

Hablar de paz es una necesidad, basta con ver la televisión o abrir un diario para ver millones de razones que nos impulsan a denunciar las guerras y las ocupaciones.  Grupos feministas como la Liga Internacional de Mujeres por la Paz han logrado, en el año 2000, la adopción de una resolución en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas que exige a los estados miembros incluir a mujeres en todo proceso de negociación y de mantenimiento de la paz o la resolución de conflictos. La Liga, al igual que varios otros grupos, llama a reconstruir una cultura de paz que vaya mucho más allá de la ausencia de guerras, lo que supone también un trabajo de fondo para encarar sus causas.

Hablar de desmilitarización es igualmente necesario…, más que nunca desde el 11 de septiembre de 2001 y sus secuelas bélicas. Durante los años 90, han sido conflictos en áreas circunscritas y muy fácilmente olvidados, los que mancharon nuestra humanidad (el genocidio en Ruanda, la guerra de los Balcanes, la guerra del Golfo y los conflictos étnicos). Muy a menudo fueron comandados desde el exterior por las grandes potencias quienes buscaban afirmar su control sobre una región o apropiarse de sus recursos. Estas guerras llamadas de “baja intensidad” han causado millones de muertes, sin contar los millones de mujeres y niñas violadas o reducidas a la esclavitud sexual. Hay grupos trabajando arduamente para obtener la reparación y socorro para las víctimas.
 
Hablar de feminismo resulta una respuesta esencial a estas guerras y esta militarización. La acción feminista contra la guerra y la militarización toma diversas formas según el análisis aplicado. Hay acciones para incluir a las mujeres en los procesos de paz o para actuar contra la impunidad de los agresores y de los Estados o grupos que utilizan la violación como arma de guerra. O inclusive, hay acciones de desobediencia civil para decir no a las agresiones y crear puentes que traspasen las fronteras.

La Marcha Mundial de las Mujeres, por su lado, asumió desde el año 2000 el asunto de la paz y la desmilitarización, impulsada por mujeres que viven en las regiones en conflicto, como son los Grandes Lagos Africanos. Hemos inscrito la paz como valor fundamental de la Carta Mundial de Mujeres por la Humanidad. Nuestro deseo de trabajar sobre las causas de la pobreza y la violencia hacia las mujeres nos lleva a cuestionar los efectos conjugados de los sistemas como el patriarcado, el capitalismo y el racismo, que cumplen todos un rol principal en el mantenimiento del mundo en guerra, y de una guerra perpetua contra las mujeres. Una paz duradera no es posible sin una transformación profunda de las relaciones entre las mujeres y los hombres.

Las mujeres, debido a la división sexual del trabajo, se enfrentan en su vida doméstica a la enorme dificultad de adquirir provisiones para sus familias, agua, comida, energía eléctrica, medicamentos. Esta lucha cotidiana e interminable para sobrevivir es en sí una guerra.

La situación de conflicto que viven los países tiene como efecto la exacerbación de la vulnerabilidad de numerosas mujeres, jóvenes y niños. Del mismo modo, los desequilibrios se acentúan a causa de los desplazamientos de la población, de la desintegración progresiva del tejido social y de los asesinatos y femicidios, las violaciones y otras formas de violencia hacia las mujeres. Si bien las violencias afectan todas las sensibilidades, las mujeres son las mayores víctimas y pagan un precio más caro.

Es importante y urgente resaltar que la cultura de la paz no puede convivir más con la impunidad como herramienta de resolver litigios. Hay urgencias a resolver en materia de protección en la asistencia a las víctimas de violencia de género.

La MMM es reconocida como movimiento

La experiencia de la organización de la 3era acción internacional de la MMM en República Democrática del Congo (RDC), nos muestra que cada vez más, las mujeres denuncian a sus agresores y a menudo llegan hasta nombrarlos.

A lo largo de los debates, hemos presentado la visión de la MMM respecto a los campos de acción, poniendo en común nuestros análisis y experiencias. Hemos aprovechado la oportunidad de subrayar que la Marcha es un movimiento permanente y que nuestra fuerza radica en la auto-organización de mujeres en la base. El hecho que varias mujeres del Congo hayan citado nuestros análisis en sus comentarios y los hayan asociado a sus propias experiencias concretas, representa sin duda un logro: la MMM se ha hecho conocer.  El hecho de que estas mujeres ya no aceptan ser consideradas como víctimas y buscan afirmarse cada día más como protagonistas en la lucha contra la violencia, es una fuerte señal de que la MMM está siendo considerada como un movimiento.

El contexto mundial actual está marcado por el aumento de la militarización y de la represión al activismo.

Si la MMM en sí no tiene una gran experiencia en materia de organización de actividades en zonas de conflicto, no es el caso de las coordinaciones nacionales, varias de las cuales se desarrollan perpetuamente en países en conflicto, a menudo en conflictos armados.  Como ejemplo podemos citar a Palestina, la RDC, Túnez, Costa de Marfil, Mali, como algunos países en Europa, Asia y América.

Como primeras víctimas de conflictos, y al constituir más de la mitad de la población, las mujeres no deben, en ningún caso, ser excluidas de los procesos de gestión de conflictos y de reconstrucción. Para quienes conocen la importancia del rol que juegan las mujeres en nuestra sociedad, ellas no deben quedar al margen de lo que sucede en sus países.  Ellas no deben tampoco solicitar ser involucradas, deben simplemente imponerse a través de sus saberes.

En nuestra África tradicional, en nuestros hogares, barrios, ciudades, y en el seno de las comunidades, las mujeres siempre han estado presentes para reforzar los vínculos de parentesco y solidaridad entre las personas de una misma familia, en el seno de una misma comunidad y a nivel de las aldeas.  Es este rol tradicional desarrollado por ellas lo que hay que valorizar para contribuir a la resolución de conflictos.

Profundamente anclado en nuestro subconsciente, nuestro rechazo a la guerra tiene sus raíces en una concepción de la procreación según la cual traer un niño al mundo es una manera de estar en las líneas del frente (musokele – guerra de las mujeres).  Demasiadas mujeres fallecen al dar a luz.  Luchamos día a día contra el hambre, la pobreza, la enfermedad, para que cada niño crezca, trabaje, se asuma y asuma su parte de responsabilidad.

Por lo mismo, en cada soldado que va a enfrentar a otro soldado en la guerra, cada una de nosotras reconoce un hermano, un hijo, un esposo, un sobrino, un primo.

La lucidez y la madurez política deben ser nuestras armas en este mundo sin Dios ni ley. No hay razón alguna para que un país se involucre en un terreno donde Francia y los Estados Unidos retroceden, no obstante la potencia de fuego de la OTAN.

Es por ello que, basándonos en nuestro sentido de preservar la vida humana, en tanto madres, hermanas, esposas e hijas, nosotras, mujeres del mundo entero, oponemos la economía de la vida a la economía de la guerra,

Las mujeres han estado en la vanguardia de manifestaciones y levantamientos que aparecieron en el Medio Oriente y África del norte. El auge de líderes fundamentalistas enarbolando nuevos programas patriarcales, busca revertir los avances obtenidos por los movimientos de mujeres, incluyendo en países donde los derechos de las mujeres existen hace mucho tiempo, como Túnez.

Por lo mismo, en tanto mujeres, nos corresponde cumplir un rol histórico en la defensa de nuestros derechos humanos contra toda forma de fundamentalismo: ya sea religioso, económico o político.

Estas consecuencias revisten una gravedad particular para las mujeres. Su vulnerabilidad que está en todas las bocas, debe estar presente en todas las mentes a la hora de tomar decisiones, y disuasiva cuando las guerras pueden ser evitadas.

La tolerancia, el diálogo, el respeto de la diversidad son garantías de paz; entonces, mujeres del mundo, hagamos de ellos nuestro caballo de batalla.

Se trata, en resumen, de hacer creíble y de reforzar la capacidad de análisis, de anticipación y de proposición de la sociedad en general y de las mujeres en particular.

Para terminar, citaré a la presidenta de mi organización:
“Los hombres pueden comenzar la guerra cuando quieran, y pueden terminarla cuando quieran; pero no harán nunca la paz sin las mujeres”.

(Traducción: ALAI)

*Nana Aicha Cissé fue representante por la región África en el Comité Internacional de la MMM (2006-2013).  Es Secretaria Administrativa de la Coordinación de Asociaciones y ONGs Femininas de Malí (CAFO), que incluye a más de 2.000 organizaciones.  Miembro del Colectivo de Originarios del Norte de Malí (COREN), que trabaja para que retorne la paz en su país.

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Last modified 2014-02-21 07:28 PM
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