Foro Social Mundial - La violencia hacia las mujeres: ahí donde el otro mundo debe actuar
Introducción
Con este segundo encuentro del Foro Mundial Social en
Puerto Alegre se quiso crear un espacio para reflexionar y debatir sobre
alternativas a la “cultura de la violencia”. La Marcha Mundial de las Mujeres
aceptó encargarse de la redacción del documento que se tomaría como base para
el debate. Quisimos deliberadamente hablar de la violencia hacia las mujeres
para ilustrar como este tipo de violencias y esta problemática son centrales
cuando se habla de “cultura de violencia”. ¿Acaso este tipo de violencia no es
inicial y casi paradigmático? Quisimos deliberadamente hablar de violencia
hacia las mujeres porque ha sido siempre el movimiento feminista el que ha
elevado su voz para denunciarla. Fuera de las feministas y de la relación de
fuerzas que ellas han impuesto, el discurso sobre las violencias hacia la
mujer, es como estas violencias: invisible...
¿Acaso no es una aberración tener que hablar de “cultura
de la violencia”? ¿Acaso no es paradójico utilizar la palabra cultura, una
palabra que tiene connotaciones positivas junto con la palabra violencia de
consonancia negativa? El uso de la palabra cultura transmite un sentido de
legitimidad social, de asentimiento, de algo que se pasa de manera más o menos
marcada. Y es eso exactamente lo que está sucediendo con las violencias contra
las mujeres.
Sin negar la importancia de las otras formas de
violencia, creemos que al entender bien las causas y consecuencias de la
violencia hacia las mujeres, podríamos instituir los primeros hitos de una
búsqueda de alternativas para otro mundo basado en la igualdad y el respeto
mutuo.
Con este documento se pretende, por consiguiente,
demostrar la universalidad de la violencia, de sus diversas formas y sobre todo
de sus causas con miras a erradicarlas. Condenamos el patriarcado, un sistema
más que milenario de desigualdades, explotación, privilegios, discriminaciones,
valores, normas, políticas, sentado sobre la premisa de una supuesta
inferioridad natural de las mujeres en tanto que seres humanos, que lleva a una
estratificación en la cual las últimas ocupan un papel inferior, un sistema que
genera violencias. Condenamos la mundialización capitalista neoliberal que se
apoya sobre la división sexual del trabajo entre hombres y mujeres, tierra
fértil para todavía más violencias. Queremos poner fin a tales violencias, pero
para ello se deben realizar numerosos cambios propuestos en este documento, con
la participación, por supuesto, de las y los protagonistas de la lucha contra
la mundialización liberal.
Nuestro deseo es que toda persona que lea este
documento contribuya a él con sus reflexiones y propuestas, para que lleguemos
a Puerto Alegre en 2002 con un texto fuerte y centrado en la acción. ¡Esta es
pues una invitación a que nos envíen sus comentarios!
AL
ALBA DEL SIGLO XXI: OBSTINADA TOLERANCIA Y COMPLACENCIA ANTE TODOS LOS TIPOS DE
VIOLENCIAS COMETIDOS CONTRA LAS MUJERES.
La violencia hacia las mujeres es
una realidad que trasciende naciones y culturas
La violencia hacia las mujeres adquiere distintas
formas según la sociedad y la cultura en la que se manifiesta, sin embargo la
existencia de tal violencia es un fenómeno y un hecho social que atraviesa
todas las clases sociales, culturas, religiones y situaciones geopolíticas, sin
excepción y esta regla se confirma tristemente todos los días. De hecho, cada
minuto mujeres son agredidas, humilladas, violadas, golpeadas, maltratadas,
explotadas, asesinadas, lo más frecuentemente por los hombres que las rodean,
algo que perdura desde hace milenios.
En la mayoría de los casos, esta violencia sucede
dentro de la esfera llamada privada (las feministas han demostrado ampliamente
como lo “privado” es político): en el seno de la familia, por ejemplo, con el
incesto, las mutilaciones genitales, el infanticidio, la preferencia dada al
hijo varón, los matrimonios forzosos, o dentro de la pareja en el matrimonio o
la relación amorosa, con la violación conyugal, el maltrato, los golpes, el
control sicológico, el proxenetismo, el crimen de honor, el feminicidio, etc.
En la esfera privada se manifiestan también formas de violencias contra las
mujeres tales como el acoso sexual o moral en el trabajo, las agresiones
sexuales, la violación colectiva, el tráfico sexual, el proxenetismo
organizado, la esclavitud, las esterilizaciones forzosas, etc. Si bien la
violencia hacia las mujeres suele sobre todo ser la expresión de dominación de
un individuo, ésta puede practicarse de manera organizada por un grupo de
hombres o por un estado (violaciones sistemáticas en Bosnia y Haití). Con
demasiada frecuencia ésta es tolerada, disculpada o alentada por el silencio,
las discriminaciones, la dependencia de las mujeres de los hombres, o por
justificaciones teóricas y enfoques de sabor sicológico sobre los cuales se
apoyan los estereotipos que afirman que los hombres son incapaces de controlar
sus pulsiones sexuales, que los violadores son enfermos mentales, que a las
mujeres les gustan los “verdaderos” hombres, etc.
Las múltiples
manifestaciones de las violencias hacia las mujeres
Algunas estadísticas mundiales sobre la violencia
hacia las mujeres (sacadas de Sexismo y mundialización, Marcha Mundial de las
Mujeres, 2000):
·
De 20 a 50% de las mujeres
del mundo son victimas, en diferentes grados, de la violencia intrafamiliar.
·
Se evalúa que en el mundo
hay, cada año, 5.000 mujeres y jóvenes que son víctimas de crímenes para
“restaurar el honor”.
·
La UNICEF evalúa que una
mujer sobre 10 en el mundo es víctima de una violación una vez en su vida
·
Conforme a la mayoría de
los estudios publicados sobre este tema, las mujeres violadas suelen serlo por
un hombre que ellas conocen.
·
El número de mujeres
sometidas a la excisión es estimado a 130 millones en el mundo y todos los
años, cerca de 2 millones más son sometidas a esta costumbre, al ritmo de
aproximadamente 6000 casos por día, es decir, 5 niñas por minuto.
·
Se evalúa que hay al menos
9 millones de mujeres en la industria del sexo; algunas apreciaciones van hasta
decir que son 40 millones en el mundo entero.
·
Se evalúa también que la
industria mundial del sexo genera anualmente 52 mil millones de dólares para
las redes criminales organizadas.
·
Según las estimaciones, 4
millones de mujeres y niñas son compradas y vendidas en el mundo cada año, a
futuros esposos, proxenetas o vendedores de esclavas.
·
En tan sólo la región del
Sudeste Asiático cerca de 70 millones de mujeres, niñas y niños han sido
víctimas del tráfico sexual durante los últimos 10 años.
·
Más de 100 millones de
niñas son indeseadas a través del mundo debido a la preferencia otorgada al
niño.
·
En la India, en promedio,
mueren cinco mujeres por día quemadas por motivos relacionados a su dote y se
sabe que muchos otros casos no son señalados.
·
Una encuesta realizada en
los quince Estados miembros de la Unión Europea indica que 2% de las
trabajadoras, es decir 3 millones, han sido objeto de acoso sexual en el
trabajo y 9% de las trabajadoras y los trabajadores han sido sometidos a
intimidaciones o a acoso sicológico.
Los regímenes integristas, formas
extremas de institucionalización de las violencias hacia las mujeres..
Ciertos regímenes integristas como el de los talibanes
en Afganistán han institucionalizado la violencia hacia las mujeres y han hecho
de ella un derecho sagrado otorgado a todo hombre en todo momento. El control
absoluto y la posesión del cuerpo de la mujer han sido, a través de los siglos,
sinónimos de horror y manipulación. En el siglo XX, se ha visto un avance de
los derechos de la mujer, sin embargo, no por ello se ha podido reducir la
violencia a la que están sometidas. Pensemos sólo en los “crímenes para
restaurar el honor”, en los relacionados con la dote de las jóvenes, en el
levirato, prácticas todas que dan a los hombres de la familia el derecho de
decidir sobre la vida o la muerte de las niñas y las mujeres. Pensemos también
en ciertas realidades de los países occidentales en los cuales sigue
existiendo, a pesar de un mayor reconocimiento de los derechos de la mujer, la
violencia y el control expresado de diversas maneras (una violación cada 6
minutos en los Estados Unidos, el no reconocimiento de la violación
intrafamiliar, del derecho al aborto en Suiza por ejemplo, el incremento del
tráfico sexual, los masacres de mujeres como el de Montreal en 1989, etc.).
Ninguna sociedad está resguardada de la violencia hacia las mujeres porque en
ninguna sociedad se ha logrado verdadera igualdad entre mujeres y hombres, aún
si la igualdad de derechos y la igualdad formal esté reconocida.
En el ámbito internacional, la situación de las
mujeres afganas es hoy día quizás el ejemplo más flagrante de la indiferencia o
de la tolerancia de lo intolerable por parte de los países que pretenden
respetar los derechos humanos fundamentales. Antes del 7 de octubre, pocos
países habían reaccionado para exigir el fin de las atrocidades cometidas
contra las mujeres por los talibanes desde 1996, sin embargo, desde que empezó
la guerra, para justificar los bombardeos, no se cesa de invocar la falta de
respeto de los derechos de las mujeres, sin tener la menor cuenta del impacto
que la guerra, como cualquier guerra, tiene sobre las mujeres. Según Amnistía
Internacional, las mujeres víctimas de los conflictos armados pasó de
constituir el 5% durante la primera guerra mundial, al 50% durante la Segunda
Guerra y a cerca de 80% durante los años noventa y no hay razón alguna para que
esta guerra sea una excepción. Las mujeres afganas quieren, como toda la
población, que cesen los bombardeos y que con la partida de los talibanes se
instaure la igualdad. Los grupos de mujeres afganas quieren ser partícipes de
la resolución del conflicto y del restablecimiento de la democracia en su país.
La violación, arma bélica
Otro de los rostros que toma la violencia hacia las
mujeres es el del cuerpo de la mujer utilizado como botín o arma de guerra. En
todos los conflictos armados, de los más antiguos a los más recientes, para
afectar al enemigo, los agresores violan a las mujeres. Durante la guerra de
los Balcanes, por ejemplo, se organizaron campos de violación para contribuir a
la “limpieza étnica”. Se empieza a saber hoy que durante la guerra de Argelia
los franceses cometieron violaciones masivas. Desde 1932 hasta el final de la
Segunda Guerra Mundial, Japón estableció campos de esclavitud sexual para su
ejercito, así 200.000 mujeres se vieron sometidas a la esclavitud sexual en los
centros de violación, llamados “centros de descanso”. Estas mujeres, llamadas
“mujeres de consuelo”, eran mujeres raptadas en los países vecinos en guerra
con Japón. En Kosovo, desde el fin de la guerra, organizaciones criminales han
raptado, secuestrado, aterrorizado y llevado a mujeres de Europa del Este a
burdeles de Prístina cuya clientela está compuesta de personal internacional y
de fuerzas de mantenimiento de la paz y la lista no termina ahí...
Las
mujeres luchan y se organizan
A pesar de todos los sufrimientos que se les ha
infligido, las mujeres combaten en todas partes y todos los días las
violencias, se auto-organizan y salen a las calles para hacer que cambien las
leyes, para velar por que éstas se apliquen, para sacudir las “tradiciones” de
las cuales las mujeres pagan el precio, para llevar su solidaridad a las
mujeres víctimas de violencias. Todos los días, estas mujeres encuentran el valor
para ponerse de pie y denunciar la violencia con fuerza y sin ambigüedad, y
surgen de hecho como las primeras combatientes de esta plaga social. Las
mauritanas, por ejemplo, se movilizan contra la violencia intrafamiliar y hacen
que se apruebe una ley al respecto, las filipinas, en cuanto a ellas, presenten
obras de teatro para prevenir el tráfico sexual. En Serbia, las “Mujeres de
Negro” se oponen a la política militarista y nacionalista de Milosevic y dan su
apoyo a las poblaciones refugiadas de Kosovo. También, en Burkina Faso,
asociaciones trabajan con adolescentes para prevenir la escisión y el
matrimonio forzoso o prematuro.
LAS CAUSAS DE LA VIOLENCIA HACIA LAS MUJERES
La violencia hacia las mujeres tiene sus raíces en el
odio de la alteridad y la creencia que la dominación es un modo de
supervivencia viable. El patriarcado ha hecho que domine, en lo social,
económico y político, el masculino sobre el femenino, por ende, en todas las
sociedades y clases sociales, a pesar de los avances que ha hecho el feminismo
en los últimos años, los hombres y los niños sacan mayor provecho de este
sistema de dominio y gozan de privilegios muy concretos como el hecho de que
todos los trabajos caseros y la educación de los niños los realizan
gratuitamente las mujeres, sin mencionar las niñas. Por doquier hombres y niños
tienen mayor “valor” que mujeres y niñas. Para imponer y mantener vigente tal
sistema de explotación y de opresión, el más antiguo y más perenne que haya
jamás existido, se utiliza la violencia o la amenaza de ella como medio de
control, como castigo por haberse apartado de las reglas establecidas por el
patriarcado (jerarquía, sumisión, obediencia, etc.). Nuestras sociedades se han
desarrollado y continúan desarrollándose teniendo como base la estratificación
de los individuos según el género al que pertenecen, y en ellas la alteridad es
percibida como una amenaza y no como una riqueza. La necesidad de dominar para
sobrevivir, fundamento mismo del patriarcado, la voluntad de preservar los
privilegios inherentes a la condición de opresor, llevan a los hombres a
utilizar la violencia para afirmar su masculinidad y mantener la relación de
dominio existente y, finalmente, a forjarse una solidaridad masculina para que
esta situación perdure.
Mientras nos neguemos a cuestionar esta realidad nunca
conseguiremos erradicar la violencia hacia las mujeres.
La dominación patriarcal tiene tendencia por lo
general a moldearse sobre el modo de producción propio al sistema económico
dominante. El modo de producción capitalista coexiste por lo tanto con la
dominación patriarcal que le precedía y a la cual le saca el mayor provecho.
Los regímenes llamados “socialistas” han también convivido con el patriarcado y
la experiencia histórica de las mujeres de esas sociedades las ha convencido de
que un cambio hacia un régimen “progresista” no se acompaña automáticamente de
un acceso a la igualdad ni de la erradicación de la violencia hacia ellas. Las
mujeres se encuentran por supuesto en todas las clases sociales, sin embargo, son
mayoritarias en el sector informal de los países del Sur, en las maquilas o en
el sector no asalariado. En el Norte, las mujeres forman la mayor parte del
sector de la economía caracterizado por la precariedad, el trabajo flexible, de
tiempo parcial, y constituyen también la mayoría de los desempleados. En el Sur
como en el Norte son ellas las que realizan la inmensa mayoría de las tareas
domésticas de manera no remunerada. Estas fuentes de vulnerabilidad acrecentada
pueden fácilmente porpiciar un incremento de la violencia o pueden significar
dificultades suplementarias para la mujer que quiere salirse de esta situación.
Las discriminaciones por motivo de raza contribuyen
considerablemente a la fragilidad de las mujeres. De hecho, los diversos modos
de opresión se articulan, se entrelazan y se fortalecen mutuamente y la
presencia de una vulnerabilidad, ya sea por razones de edad, temprana o
avanzada, de lesbianismo, de prostitución, pueden ser otros tantos agravantes.
CONSECUENCIAS DE LAS VIOLENCIAS
Las mujeres víctimas de violencias tienen que cargar
con el peso de consecuencias que no son nunca anodinas, ya que la personalidad
entera de la mujer queda profundamente perturbada por el acto de violencia y
suele acompañarse de un cuestionamiento total de si misma. Paradójicamente,
sean cuales sean las circunstancias y las formas de las agresiones sufridas,
las mujeres se sienten avergonzadas y culpables. Vergüenza por ese ataque a su
intimidad, esa negación de su libre albedrío, de su integridad física y sicológica.
Culpabilidad por no haber supuestamente ofrecido ninguna resistencia (la
realidad es sin embargo mucho más compleja), y esto sucede absolutamente en
todas las partes del mundo, en el Sur como en el Norte, en el Este como en el
Oeste..
Las violencias tienen repercusiones particulares sobre
la salud femenina, tales como hemorragias repetidas que pueden llegar a
convertirse en septicemia luego de mutilaciones sexuales, miembros fracturados,
somatizaciones múltiples..
Por definición, la violencia puede llevar a la muerte: asesinato de las recién
nacidas en China, crímenes de honor en Jordania o Marruecos, asesinato de
mujeres en Ciudad Juárez en México. Pero la muerte puede resultar también de la
violencia doméstica, tras un golpe un poco más duro que los otros, dado en un
lugar particularmente vulnerable del cuerpo. El Banco mundial mismo se ha visto
en la obligación de reconocer que las violencias hacia las mujeres son una
causa de deceso y de discapacidad de mujeres en edad de procrear, tan importantes
como el cáncer y una causa de problemas de salud más importante que los
accidentes de carretera y el paludismo sumados.
Las secuelas son también de índole sicológica: pérdida
de la auto-estima, depresión, tentativas de suicidio, fobias, pesadillas, ataques
de angustia, psicosis, miedo a las relaciones sexuales, sumersión en la
prostitución, etc.
La violencia puede llevar también a trastornos de tipo “material”: mudanza,
pérdida de empleo, abandono de los estudios. Su relación con los seres que la
rodean puede también quedar perturbada: ruptura con el cónyuge, alejamiento de
los pretendidos “amigos”.
La violencia hacia las mujeres o hasta la amenaza de
violencia como tal ha mantenido a las mujeres en estado constante de miedo y
vulnerabilidad que limita sus desplazamientos (sobre todo por la tarde y la
noche) a los espacios públicos en los que se sienten en seguridad, y limita por
igual su participación social y su autonomía. Se les niega así el pleno
ejercicio de su ciudadanía de tal manera que la violencia se vuelve una medida
de control social de las mujeres. Todas estas consecuencias pueden también
traducirse en costos económicos.
VIOLENCIAS Y MUNDIALIZACIÓN LIBERAL
El traslado de empresas del norte hacia el sur, hacía lugares donde los costos de producción,
especialmente los de mano de obra, son menos onerosos para el empresario,
constituye una de las consecuencias de la mundialización liberal. De ello
resulta una apertura del mercado para las mujeres pero en trágicas condiciones:
salarios insuficientes para vivir, condiciones de trabajo agotadoras y
peligrosas para la salud, ausencia total de derechos laborales e interdicción
de sindicalizarse. Su situación de precariedad en el mercado
laboral hace que estas mujeres sean extremadamente vulnerables. En las
maquiladoras de México, por ejemplo, durante las entrevistas para ser
contratadas las trabajadoras deben responder a preguntas sobre su
comportamiento sexual, su ciclo menstrual y su planificación familiar y las
empresas les imponen además una prueba del embarazo. La mayor parte del tiempo
estas trabajadoras son madres solteras o principal sostén de la familia, razón
por la cual aceptan inspecciones corporales degradantes. En las fábricas
deslocalizadas de Bangla Desh las obreras tienen dos grandes temores: las
violaciones y los incendios. Cuando en junio de 1996, 32 obreras murieron
quemadas en Dacca porque la fábrica no tenía salida de emergencia ni
extintores, la voz sobre esta tragedia corrió rápidamente. En cambio, la ley
del silencio sigue aplicándose con respecto de las violaciones. El acoso sexual
por parte de los superiores masculinos, el chantaje del despido si las mujeres
no ceden son conductas corrientes.
En el Norte, los cambios realizados en la organización
del trabajo (aumento de las tareas, intensificación de las cadencias de
trabajo, presiones acrecentadas sobre el personal, etc.) y la propagación de
todas las formas de trabajo precario y atípico acarrean un incremento del acoso
moral y psicológico del cual son víctimas principalmente las mujeres ya que son
éstas las que se concentran en este tipo de empleo.
Con los avances de la mundialización capitalista se asiste a una creciente
feminización de la migración, en mayor parte hacia los países industrializados.
Las mujeres se ven obligadas a emigrar ya que no pueden subsistir más en sus
países y deben ayudar a sus familias enviándoles regularmente dinero. En
ciertos países, como Filipinas, la emigración es hasta fomentada. Con
frecuencia, estas mujeres son empleadas domésticas y hay entre ellas quienes
son violadas y acosadas sexualmente por sus empleadores, además de encontrarse
en una situación de dependencia ya que están indocumentadas. Tal fue el caso de
la filipina Sarah Balabagan (14 años) en Arabia Saudita o Véronique Akobé, de la
Costa de Marfil, ambas juzgadas y sentenciadas por intento de asesinato, o
asesinato, de sus empleadores que las habían violado.
Las instituciones financieras internacionales, el FMI y el Banco Mundial,
imponen a los países endeudados planes de ajuste estructural con miras a
“sanear” su economía y para ello recomiendan eliminar servicios públicos,
reducir drásticamente el número de funcionarios, aumentar sustancialmente el
precio de los productos de primera necesidad, y mucho más. Obligan por lo demás
a las mujeres a trabajar aún más sin remuneración para compensar la nueva falta
de servicios, echan a miles de mujeres y hombres del trabajo, empobrecen a
poblaciones enteras y causan hambrunas. A resultas de estas perniciosas
acciones, el tejido social se desmorona lo que propicia un incremento de las
diversas formas de violencias hacia las mujeres, particularmente dentro de la
pareja. Fomentan además la mercantilización del cuerpo de las mujeres y los
niños, en gran parte de las niñas, única posesión que les queda para vender, lo
que las lleva a la prostitución, esclavitud doméstica, tráfico de órganos y
más.
El comercio
del sexo, una industria en plena expansión
Con la mundialización liberal el comercio sexual pasa
de la fase artesana a la fase industrial y adquiere una dimensión planetaria
creando, mediante la internacionalización, un vastísimo mercado del sexo en el
cual mujeres, niños y niñas se convierten en simples mercancías de consumo que
se ofrecen para satisfacer la demanda de una clientela masculina. La
prostitución ha conocido un auge considerable en las tres últimas décadas en el
hemisferio sur, y con la caída del muro de Berlín, en los países de Europa del
Este y toma múltiples formas. Consecuencia del traslado de las poblaciones del
campo a la ciudad, se asiste a una alza de la prostitución local. A las
mujeres, las niñas y los niños se les prostituye en los barrios “calientes” de
las metrópolis de sus propios países en Tailandia, Filipinas, Indonesia, India,
etc. Por otro lado, ante la creciente facilidad de viajar y comunicarse, se
observa un aumento constante del turismo sexual fomentado por el atractivo de
lo “exótico” aunado a la búsqueda de prostitutas y prostitutos cada vez más
jóvenes y supuestamente no infectados por el VIH. Ciertos países cuentan
incluso con los ingresos producidos por la prostitución para asegurar su
desarrollo. El turismo sexual no se da sólo en los países del Sur, se ejerce
también en Europa, donde Berlín, Hamburgo y Ámsterdam se han vuelto destinos
codiciados, y son precisamente esos países los que reconocen la prostitución
como “trabajo sexual”.
En paralelo con la prostitución local, se desarrolla
también el tráfico de mujeres, niñas y niños el cual se practica en las
ciudades de Japón, Europa occidental y Norteamérica donde centenares de miles
de jóvenes mujeres han sido “desplazadas” para dedicarse a la prostitución. La
mayoría de ellas, unas 400.000 por año, vienen de los países de Asía del Sur y
del Sureste y otro buen número vienen de la antigua Unión Soviética seguidas de
América Latina y el Caribe. Estas mujeres, niñas y niños, son a veces víctimas
de secuestros para luego ser vendidos de intermediario a intermediario hasta
llegar a destino. Pero otras veces es la miseria que hace que las mujeres
abandonen sus países y caigan en manos de redes criminales que organizan el
cruce de fronteras y prometen un trabajo bien pagado en un bar o un matrimonio
con un occidental. Además, con la constitución de la “Fortaleza Europa” se ha
reducido drásticamente la libertad de movimiento de las personas y las mujeres,
atraídas por el sueño de Eldorado occidental o buscando escaparse de
situaciones de guerra, se ven obligadas a recurrir a este tipo de arreglos.
En estas redes criminales, la iniciación a la prostitución se acompaña siempre
de intensa violencia, llamada de “adiestramiento”, para doblegar a la mujer y
hacerla sumisa y obediente: golpes, humillaciones, repetidas violaciones, etc.
Las ganancias generadas por dichas redes son considerables. Interpol estima que
los ingresos de un proxeneta residente en Europa son de casi 180.000 euros por
año. Hoy día, el tráfico de mujeres para la prostitución es más rentable que el
de estupefacientes, ya que la ganancia que estos producen se termina con la
venta del producto, mientras que la mujer prostituta le genera al proxeneta
ingresos todo el año.
Las redes de prostitución cuentan con un crecimiento jamás visto de la
pornografía cada vez más banalizada con un sinnúmero de sex-shops, sitios
pornográficos en Internet, casetes, videos, etc. que proyectan imágenes
mercantiles, degradantes, violentas del cuerpo de la mujer en toda legalidad.
Lo mismo sucede con imágenes de niñas y niños, salvo que éstas se distribuyen
en la ilegalidad. Las mujeres que ruedan ese tipo de películas son ellas mismas
con frecuencia víctimas de violaciones, violencias y asesinatos, ya que es la
pornografía dura y los “reality show” que están más en demanda.
ALTERNATIVAS,
PERSPECTIVAS Y ORIENTACIONES QUE PERMITIRÍAN LA ERRADICACIÓN DE TODAS LAS
FORMAS DE VIOLENCIA HACIA LAS MUJERES
¿Cómo
romper con esta situación? ¿Qué hacer para que cesen estas violencias que duran
desde hace más de dos milenios?
Las discriminaciones y desigualdades a las que las
mujeres están sometidas se encuentran todavía, en muchos casos,
institucionalizadas e inscritas en la legislación de muchos países. A todo lo
largo del siglo XX, como se sigue haciendo hoy día, los movimientos feministas
han luchado por el reconocimiento de los derechos fundamentales de la mujer,
han reivindicado y velado por que sus victorias queden selladas por la ley. Ya
sea a escala nacional o internacional, la primera batalla de las mujeres
concierne el reconocimiento de sus derechos formales. Por lo tanto queremos ante todo plasmar en la ley de cada país y ubicar
en el derecho nacional los contenidos de las Convenciones internacionales o
regionales. (Véanse las reivindicaciones de la Marcha mundial de las
mujeres en anexo).
Luego, conseguir que éstas leyes
repriman todo tipo de violencia
Hay todavía países, tales como la India, Malasia,
Papúa Nueva Guinea y Serbia, donde la violación y el asalto sexual contra una
mujer no son punibles si el atacante es su esposo. Hay todavía países, como
Haiti, donde la violencia doméstica, ya sea física o psicológica, no es
reconocida como crimen. En otros, el código penal estipula todavía que si un
violador contrae matrimonio con su víctima, se retiran los cargos criminales
por violación, como es el caso en Costa Rica, Etiopía, Líbano, Perú, Uruguay.
Hay todavía países, como Francia, donde el acoso sexual en el trabajo es
considerado como tal sólo cuando el que acosa es un superior jerárquico y no se
reconoce si el acoso es cometido por un colega de trabajo.
Luego, conseguir la aplicación
efectiva de estas leyes
Es un hecho que en la casi totalidad de los países se
observa una concretización muy deficiente de las leyes que reprimen las
violencias hacia las mujeres, ya que no hay verdadera voluntad política para
aplicarlas. Además, aún en los países dónde las mujeres tienen la posibilidad
de hacer denuncias, pocas se prevalen de tal derecho, por miedo a las
represalias o simplemente a que no se les crea. Las violencias siguen, por lo tanto, siendo invisibles y ha sido el
movimiento feminista, en todos los países, el que les ha dado visibilidad.
En ciertos países occidentales reina el uso del doble
discurso: las autoridades se indignan con pasión ante casos de violencia hacia
las mujeres, derraman una que otra lágrima de compasión y dejan que, en nombre
de la libertad, los muros de sus ciudades se tapicen con carteles de publicidad
que degradan y rebajan la imagen de la mujer provocando con ello una verdadera
invitación y licencia para violar.
Sin embargo, no bastan las leyes.
Es responsabilidad del Estado de cada país el hacer
que hombres y mujeres encuentren intolerable la violencia hacia la mujer.
Es responsabilidad del Estado de cada país el educar a
su población para ello, con todos los medios posibles, y desde la más temprana
edad.
Es responsabilidad del Estado de cada país el
sensibilizar a todos los profesionales en el ámbito de los servicios sociales,
la salud, la enseñanza, la justicia, la policía, etc., frente a las realidades
de la violencia hacia la mujer y capacitarlos para que puedan tratar
adecuadamente tales casos cuando se confronten a ellos.
Es responsabilidad del Estado de cada país reconocer y
promover la igualdad de género y los derechos fundamentales de las mujeres.
¿Estamos todavía muy lejos de tales objetivos? Por
supuesto, ya que ciertos Estados todavía institucionalizan la violencia hacia
las mujeres. Pero, ¿acaso no recae sobre
nosotras el construir utopías?
Pero no son únicamente los Estados
los que tienen que asumir sus responsabilidades
Tanto en el Norte como en el Sur, los movimientos sociales,
las asociaciones que se oponen a la mundialización neoliberal, las
organizaciones sindicales y políticas deben hacer suya la denuncia de las
violencias. Los sindicatos, por ejemplo, deben denunciar el acoso sexual en el
trabajo y deben a la vez apoyar a la mujer victima de violencia doméstica
cuando el esposo viene a hostigarla hasta en el lugar de trabajo, lo que la
obliga a abandonar su empleo.
Es nuestra responsabilidad individual y colectiva, de
hombres y mujeres, tomar posición contra todas las violencias, allí donde se
encuentren, aún en el seno mismo de nuestras organizaciones militantes mixtas,
e impedir que se reproduzcan. No hagamos como aquella gente que en 1985, en un
andén del metro de Paris, a las seis de la tarde, hora de gran afluencia
asistió sin reaccionar a la violación de una joven.
Es la responsabilidad de nuestros
compañeros de los movimientos sociales solidarizarse públicamente, en nombre de
la otra sociedad que queremos construir juntos, con la lucha de las feministas
contre las
violencias.
¿Por qué no pensar en una declaración solemne
de todos los movimientos sociales y de la Marcha Mundial en la cual todos se
comprometerían a luchar juntos? ¿Por qué no organizaríamos un tribunal
internacional sobre las violencias hacia las mujeres durante el Tercer Foro
Mundial Social?
La violencia de todo tipo priva a la mujer de su
autonomía y socava su integridad física, moral, sicológica e intelectual. Le
impide trabajar, luchar, divertirse… en resumidas cuentas, le impide vivir.
Sepamos entenderlo.
Desigualdad, fanatismo, discriminación, así como el
estado de inferioridad y exclusión en el cual se quiere mantener a las mujeres,
son las principales causas que generan y propician las violencias hacia el sexo
femenino. De hecho, es mediante la violencia que se garantiza en última
instancia la opresión de la mujer y, nuestras sociedades, en donde reina la
desigualdad, son semilleros de violencias. Luchar contra la desigualdad es
también luchar contra la legitimización de las violencias.
El combate contra las desigualdades de género acarrea
sin duda, para los hombres, una pérdida de privilegios. Pero, ¿acaso no nos
hemos reunido para derrumbar los privilegios, TODOS los privilegios? En esta
lucha, los hombres, como las mujeres, se enriquecerán con otro tipo de
relaciones humanas de confianza y respeto mutuos. Ellos, como nosotras las
mujeres, surgirán como nuevos seres humanos, liberados de los oropeles de la
vieja sociedad. Gozarán, como nosotras, de una sociedad de verdadera igualdad por
la cual todos estamos luchando ya al librar batallas contra el racismo, el
colonialismo, por condiciones laborales dignas, etc.
Numerosos autores plantean el carácter innato de la
violencia que califican de fenómeno natural. Freud, por su lado, propone la
existencia de una pulsión de muerte y se está buscando incluso un gen de la
violencia. Nada de esto nos parece a nosotras fundamentado. Podríamos de la
misma manera decir que la violencia es un producto social. No es de hecho muy
complicado enseñar a un niño o una niña, fuera de toda influencia negativa, la
no-violencia. ¿Estas argumentaciones sobre el carácter natural de la violencia
no serán justificaciones ideológicas, intentos para legitimarla?
En lo que si hay seguridad es en el hecho de que la
violencia sirve para dominar. No hay dominio sin violencia, aunque ésta no
siempre se exprese necesariamente de manera abierta: se recurre a la ideología
para mantener el orden dominante.
Poder vivir una vida humana quiere decir poder
descansar en paz, no tener siempre que estar en guardia, no tener que vivir el
insoportable estado permanente de guerra. Pero ello supone tener un mínimo de
confianza en los demás, tal es el fundamento de una relación humana “normal”.
Sin embargo, muchas mujeres no pueden contar con esa confianza, para ellas, en
ciertos lugares, la vida se reduce a manejar los imprevistos: la violencia de
su cónyuge o de superior jerárquico en el trabajo. VIVIR se vuelve una casi
imposibilidad. Su vida se reduce a la lucha por la supervivencia, a una lenta
muerte psicológica.
¿CUÁNDO PONDREMOS FIN A ESTO? “Un pueblo que oprime a
otro, no es un pueblo libre”, digámoslo de otra manera “Una persona que oprime
a otra, no es una persona libre”.
Para construir otro mundo, para hacerlo posible, los
movimientos sociales deben contraer el compromiso de cuestionar las relaciones
de desigualdad que existen entre los hombres y mujeres, e incorporar en su
análisis los vínculos entre capitalismo, sexismo y racismo; deben comprometerse
a exigir que se respeten los derechos de las mujeres y que se ponga en tela de
juicio “la cultura de violencia” tanto en la práctica colectiva como
individual. Sólo así podremos debilitar los fundamentos del patriarcado y de la
mundialización liberal.
Marcha Mundial de las Mujeres
Last modified 2007-11-13 09:06 AM
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