Cinco mujeres (una mujer indígena de Canadá, una india, una marroquí, una mozambiqueña y
una peruana) presentaron en nombre de las mujeres del mundo las reivindicaciones de la Marcha, y recordaron a la ONU sus responsabilidades en materia de lucha contra todas las formas de violencia hacia las mujeres, incluyendo la de mantener la paz en el mundo.
Reclamaron el respeto, de parte de los países miembros de la ONU, de las convenciones internacionales y de las decisiones votadas y denunciaron la ausencia de una representación internacional de mujeres indígenas y las injustas decisiones tomadas por un organismo donde ciertas naciones tienen derecho de veto.
La delegación también exigió condonar la deuda de los países pobres, cesar las políticas económicas neoliberales y poner fin al patriarcado, además de oponerse a que se considere la homosexualidad como un delito. Por otro lado, reclamó que se criminalizara la violación, el incesto, el aborto selectivo cuando el feto es de sexo femenino, el asesinato de niñas, las mutilaciones genitales, el tráfico sexual de las mujeres…
Al mismo tiempo que insistía sobre la irreversibilidad de la mundialización, la Sra. Fréchette reconoció que los efectos económicos positivos de ésta deben repartirse mejor. "La pobreza, reconoció, tiene sexo, y éste es femenino". La Sra. Fréchette prometió transmitir las reivindicaciones de las mujeres al Secretario General de la ONU, Kofi Annan.
Seis mujeres provenientes de zonas de conflictos (Afganistán, Colombia, el Kurdistán, Palestina, Ruanda, República federal de Yugoslavia) explicaron en términos concretos el sufrimiento de la mujeres durante los conflictos: violaciones, desplazamientos forzosos, precarias condiciones de vida...