Comunicación: un debate estratégico para las mujeres
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Los medios de comunicación de masa (radio, televisión y periódicos de amplia cobertura) ocupan hoy un rol cada vez mayor y más decisivo en la formación de la opinión pública y en la difusión de ideas y valores. En muchos casos, estos tienen sus propios intereses y, cotidiananemte, difunden una determinada ideología, lo que contradice su propio discurso de neutralidad u “objetividad”. Al mismo tiempo, son controlados por grandes corporaciones o algunas familias, poderes que no representan la diversidad de la sociedad. En ese escenario, se da una represión a quienes intentan disputar ideas (a través de las radios comunitarias o blogs) o exiten obstáculos económicos para producir medios propios de alcance nacional). Fue a partir de ese análisis que el Comité Internacional de la Marcha Mundial de las Mujeres (MMM) hizo una discusión estratégica sobre comunicación en su reunión realizada entre el 25 y el 29 de marzo de este año, que contó con la participación de Bia Barbosa, militante de la organización y del Colectivo Intervozes, movimiento que actúa en la lucha por la democratización de los medios de comunicación.
Bia aportó datos sobre la situación de los medios de comunicación, actualmente caracterizada también por la mercantilización de la información: pasa a ser una mercancía uniforme, casi un discurso único, por más que se tenga una aparente pluralidad de medios. Así, los medios de comunicación, que deberían ser un espacio democrático de expresión de la sociedad, se tornan una zona autoritaria, de legitimación y difusión de prejuicios, estereotipos y desigualdades sociales. En relación con las mujeres, cuando no refuerzan, legitiman un determinado lugar y rol de la mujer en el mundo.
Tal discurso único es fortalecido con otra característica intrínseca al capitalismo: la concentración a nivel global de los medios de comunicación. Hace una década, había 10 grandes empresas de comunicación y hoy hay solamente cinco conglomerados mundiales, lo que garantiza que el discurso único sea global y más común, transmitido a través de agencias de noticia, que alimentan medios de comunicación nacionales, como es el caso de la CNN.
La concentración implica también cambios en el proceso de producción de la noticia, pues un mismo material es reproducido en distintos medios (impreso, televisivo, radiofónico, internet). Esto ha significado al mismo tiempo la reducción del número de trabajadores/as en el sector, con la consiguiente explotación, más intensa, de los que quedan y un mayor control de lo que se publica. Sin embargo, también hemos visto el surgimiento de voces alternativas, como la red árabe Al Jazeera, que intenta visibilizar discursos a contracorriente de las grandes redes.
La presencia de las mujeres en los noticieros
En ese contexto de concentración de los medios de comunicación y de mercantilización de la información, los noticieros aún presentan un mundo donde los hombres son la mayoría en todas las áreas de la actividad humana – aunque esto no se corresponda con la realidad. La investigación ¿Quien figura en las noticias?[1], publicada en 2010, constató que, ante el ritmo actual de cambios, aún nos llevará 40 años para alcanzar un equilibro de la presencia de la mujer frente a la de los hombres. La investigación, que se realiza cada cinco años, hizo un monitoreo de la representación de la mujer y de los hombres en periódicos de 108 países.
La investigación mostró que, en la prensa escrita, solamente el 24% de los personajes que aparecen en los noticieros son mujeres. Entre 2005 y 2010, la presencia de la mujer creció. pero solamente en algunos tipos de contenidos periodísticos como, por ejemplo, en ciencias y salud (de 22 a 32%) que representan un porcentaje muy pequeño del conjunto de noticias. En general, un tercio de las noticias es sobre política y gobierno y en ese espacio, la presencia de las mujeres es de solamente el 14%. Incluso en áreas donde ellas constituyen la mayoría, los hombres siguen siendo más escuchados como, por ejemplo, en la educación. El 70% de las personas entrevistadas fueron profesores hombres. De forma similar ocurrió en el sector de la salud (69%), en la abogacía (83%), en la investigación científica (90%). Las mujeres solamente resultaron mayoría en dos casos: cuando se habla del cuidado de la casa (en ese caso, 72% de las personas entrevistadas fueron mujeres) y en entrevistas en la esfera estudiantil (54% mujeres).
La investigación muestra además que hay dos veces mayor posibilidad de que la edad sea mencionda y cuatro veces, de hablar de la relación familiar cuando la entrevistada es una mujer. La exposición de la imagen de la mujer también es mayor que la de los hombres: en un tercio de lo casos, entre todas las personas interpeladas, la fotografía de la mujer predomina frente a un 15% perteneciente a los hombres. En general, en el 16% de las noticias las mujeres son presentadas como victimas, mientras los hombres, aparecen de esa forma en un 5%.
La desigualdad de género fue tema solamente en un 6% de las noticias globales; en América Latina las informaciones hablan más de las desigualdades de género que en otras parte del mundo (con la triplicación de noticias entre 2005 y 2010). En conjunto, el 46% de los artículos refuerzan estereotipos sobre la mujer en vez de cuestionarlos. La situación solamente cambia cuando son mujeres periodistas las que escriben: en esos casos las oportunidades de escuchar la perspectiva de las mujeres es mayor, así como el cuestionamiento a los estereotipos.
En el debate que siguió a la presentación de Bia, se complementó que la presencia de las mujeres se incrementa, pero como imagen, no como protagonista activa de la información. De esa forma, en México, por ejemplo, se ve a las mujeres como comentaristas de espectáculos, noticieros, siempre en pareja con un hombre y siempre en noticias que justifican las actitudes violentas hacia las mujeres como daños colaterales. Hay graves ausencias también en cuanto al uso de un lenguaje incluyente. Tales datos permiten concluir que los medios de comunicación de masa refuerzan una perspectiva patriarcal hacia las mujeres, en la medida que invisibilizan y no valorizan su trabajo, así como refuerzan la división sexual del trabajo, esencial para la reproducción del capitalismo.
Democratizar la comunicación
El aumento de la desconfianza y del cuestionamiento sobre los medios de comunicación de masa y el desarrollo de una visión crítica hacia los mismos es un fenómeno reciente en todos los países. Por parte de los movimientos hay un incremento – aún en ritmo lento - de la conciencia sobre el rol negativo de estos hacia la lucha de las mujeres y de los pueblos y sobre la necesidad de luchar por su democratización para que haya una mayor diversidad de voces y opiniones de todos los segmentos de la sociedad (negro, indígena, de diferentes orientaciones sexuales, de personas discapacitadas, de sectores de izquierda, etc.) El crecimiento de los medios “alternativos” como radios comunitarias y las posibilidades comunicativas de la Internet contribuyeron mucho para la disputa de ideas y para que nuestro mensaje llegara al conjunto de la sociedad.
Frente a la industria cultural y a la concentración de los medios de comunicación de masas, gana cada vez mayor peso esta lucha que se suma a la que avanza por la libertad de expresión. No es suficiente poder estar en plaza pública con las demandas y perspectivas de las mujeres si la libertad para colocar ese discurso no está garantizada de forma plena también en los medios.
El derecho a la comunicación comprende otros tres: al conocimiento, a discutir y a comunicar contenidos (de ficción y publicidad también, no solo para noticieros periodísticos). Los movimientos históricamente se organizan para crear informaciones y otros contenidos sobre sus luchas, pero esa producción aún queda restricta al propio movimiento o al ámbito de la sociedad civil organizada. En la mayor parte de los países, aún no se ha conquistado ese derecho a difundir contenidos propios a través de los medios de comunicación de masa, que todavía tienen, como apuntábamos, la mayor incidencia en la formación de la opinión publica, valores y cultura de los pueblos. Por ejemplo, en Mali, además de pagar para que los medios (privados o estatales) vengan a cubrir determinada actividad, hay que ofrecer alimentación y transporte a los profesionales de la prensa. Por eso, es clave luchar por el derecho a la comunicación, lo que en algunos países implica que el Estado garantice políticas de acceso, producción y difusión y, en otros, significa además posicionarse contra la censura estatal.
Por ejemplo, en América Latina, hay una gran lucha por transformaciones en las leyes que dirigen y regulan el sector de la comunicación. El avance más reciente fue en Argentina, donde la Ley del Audiovisual garantiza que un tercio del espacio del espectro de los medios de comunicación sea dedicado a la comunicación comunitaria, lo que permitirá a los movimiento sociales difundir sus agendas y luchas. Ya en muchos países de Europa y América del Norte, por ejemplo, en donde el derecho a difundir contenidos ya existe, eso significa luchar para que no haya retrocesos y profundizar conquistas. En países como Francia, Inglaterra, Québec y Suiza, cada vez menos el Estado financia la comunicación pública y cada vez más deja para el mercado la función de informar y, supuestamente, garantizar la libertad de expresión.
Durante el debate, se relató también cómo, aunque el movimiento invierta mucha energía y tiempo para sensibilizar a las y los periodistas (por medio de releases, ruedas de prensa bien divulgadas, asesorías de comunicación, publicación de investigaciones, etc.), las luchas que son de interés público enfrentan resistencia desde los propietarios de los medios, que impiden la difusión de tales agendas, sea para preservar negocios privados, como para no entrar en conflicto con otros grupos de poder, entre ellos, grupos religiosos co-propietarios del medio. Eso pasó por ejemplo en Pakistán, donde una serie de esfuerzos para tratar en los medios distintos aspectos de la violencia hacia las mujeres (asedios sexuales, desigualdades salariales, etc.) devinieron una emisión sensacionalista que ponía violador y violada frente a frente. También en ese país, organizaciones de derechos humanos llamaron a una rueda de prensa de presentación del informe sobre 7 mil desaparecidos (niñas, niños y adultos), con la presencia de 200 mujeres que testimoniaron casos. La rueda contó con la participación de más de una centena de periodistas y varios medios de comunicación, pero al día siguiente ninguna línea fue publicada: el asunto había sido censurado por la dirección de los medios.
Existen excepciones, como Filipinas, donde aún hay espacio para que periodistas con visión crítica publiquen artículos de interés público en grandes medios de comunicación.
Desde Brasil, se relató también cómo hay un abordaje diferenciado y más positivo de los medios de comunicación de masa de alcance local - que muchas veces están más cerca de las mujeres con quienes pretendemos vincularnos prioritariamente – en oposición a la cobertura de los medios nacionales.
Los medios en la criminalización de los movimientos
En las distintas intervenciones del CI, se observó el rol ejercido por los medios de comunicación de masas en la difusión de prejuicios y en la criminalización de las luchas llevadas adelante por los movimientos sociales. En Quebec, son cada vez más comunes, por ejemplo, las “radio basurera”, capaces de llamar a manifestaciones de 50 mil personas para exigir la construcción de un estadio deportivo pero que, por otro lado, defienden intereses y organizan acciones a favor de la privatización de servicios públicos, además de criticar a los movimientos que demandan mejores salarios, más acceso a la salud y a la educación. Entonces ponen énfasis en “masculinismos” , es decir, crean noticias sobre hombres que son víctimas de violencia por parte de sus parejas mujeres. Además, hay un límite en la acción de los y las profesionales más críticos, censurados o retirados de sus emisiones cuando contrarían intereses poderosos, y muchas veces, dimitidos cuando no cumplen con la obligción de cubrir temas que tienen mayor demanda del medio.
Las radios públicas no escapan a ese tipo de influencia según la prioridad y orientación de los partidos políticos en el gobierno. Así, gobiernos conservadores tienden a cortar recursos de programas dirigidos a análisis y reflexión y mantener emisiones de entretenimiento. Otro elemento común en los medios es explotar las prioridades de los movimientos de forma negativa, por ejemplo, en Quebec, visibilizan a la ministra de la condición femenina (del partido conservador) que dice que la MMM no es representativa de las mujeres porque, según ella, se ocupa de la violencia y la pobreza entre las mujeres, pero no de las profesionales.
Retos para las feministas
Pensar cómo las mujeres feministas queremos ser vistas en los medios es un reto. Podemos distribuir un mensaje, pero no tenemos control sobre cómo va a ser recibido y transformado. En general, los grandes medios buscan a figuras, expertas, personas de destaque y eso entra en conflicto con los principios del feminismo y de muchos movimientos, que ponen énfasis en la horizontalidad, la igualdad, en el colectivo y donde los problemas son sociales y no individuales. Eso termina por provocar situaciones de exclusión voluntaria de las feministas de esos espacios.
Las desigualdades de género también están presentes en los medios alternativos y públicos que muchas veces reproducen estructuras no democráticas de funcionamiento, donde ni los contenidos ni la participación de las mujeres son mejores que en los medios comerciales. Eso se suma a la falta de sostenimiento financiero: en general, la mayor parte del trabajo en esos medios es voluntaria, con pocos recursos materiales y humanos, entonces es difícil mantener una programación permanente, con producción de información regular y formatos accesibles para la audiencia, capaces de competir con medios de masas.
Otro reto es presionar a los medios para que utilicen el lenguaje incluyente con perspectiva de género, y que interpreten al mundo de otra forma. Eso se une a iniciativas de monitoreo sobre cómo los medios tratan a las mujeres y de análisis de cobertura para ver si está presente nuestra visión del mundo y planteamientos.
Pero no se puede ignorar que, en América Latina, principalmente en los años 80, fue con el trabajo hacia los medios y la comunicación en general que una parte de las feministas se institucionalizó (con mucho respaldo de fundaciones norteamericanas) por, supuestamente, tratarse de una herramienta más “eficiente” que el trabajo con mujeres de base. Hubo una reorientación a partir de los intereses de agencias hacia la “eficacia”. Y eso fue lo que la MMM cambió, al priorizar la subversión de esta situación y priorizar la movilización real de las mujeres (aunque los medios de comunicación, por las razones ya mencionadas, no den la debida visibilidad a tales acciones).
“Ponga en el muro, no en Facebook”
Incrementar la utilización de los medios digitales disponibles en internet (especialmente email, listas, blogs y skype) es otro desafío que los movimientos enfrentan. Existe una división digital que no es una realidad solo de países africanos, sino también para naciones de Europa y América del Norte. Hay una parte de las feministas que, con excepción del email, rehúsa la utilización de otras herramientas disponibles.
La crítica se relaciona también con un sentimiento cada vez más común de que herramientas como las redes sociales (el Twitter y el Facebook, principalmente) están inmovilizando y sustituyendo la acción concreta en las calles. Prácticamente nada se menciona cuando un llamado a movilización hecho por medio de las redes sociales fracasa. Las revoluciones en Tunisia y Egipto muestran que tales medios no organizan luchas por si solos, sino que ayudan a ampliar y a organizar un trabajo que ya existía. Ocupar el espacio público con manifestaciones, grafiti, banderas, batucadas, sin demandar autorización, nos hace visibles de una forma en que los medios electrónicos jamás nos permitirían. Así que es un reto utilizar las redes sociales de forma crítica, consciente de sus límites y riesgos.
¿Qué hacer?
Al pensar la comunicación, el elemento esencial a considerar es la ampliación y la organización de nuestro movimiento, aumentar fuerzas, continuar haciendo acciones que generan nuestros contenidos y más información. En ese sentido, la comunicación es parte fundamental de nuestra movilización y de nuestra organización, nos permite hacer el debate de ideas entre nosotras y directamente con la sociedad, sin el filtro de los medios de comunicación de masa.
Tenemos que seguir invirtiendo en la producción de nuestros discursos y nuestra comunicación, reforzando nuestros propios medios (boletines, sitios web, listas de intercomunicación, audiovisuales) que se incluyen en los “medios alternativos”. Para eso, es importante también promover el desarrollo de capacidades en las mujeres para producir sus propios contenidos, en distintos formatos y en relación y alianza con organizaciones que ya hacen ese tipo de trabajo. Al mismo tiempo, es necesario pensar cómo organizar nuestro discurso, qué contenidos producir y en cuál formato, con el objetivo de ampliar nuestra discusión con la sociedad. Eso significa que no se puede simplemente prescindir de la relación con los medios de comunicación de masas, pero hay que pensar cuándo y cómo hacerlo para evitar desperdicio de tiempo, recursos y energía.
En los esfuerzos comunicativos, tenemos que pensar cual es el público prioritario de nuestras acciones, a quiénes queremos llegar, lo que determinará estrategias diferenciadas de acción en cada momento y según cada tipo de canal (Internet, radio, prensa escrita, televisiva, etc.) En el caso de las redes sociales, por tratarse de redes construidas desde una lógica individual, hay que pensar de forma colectiva estrategias para incidir en las mismas.
Caminar al ritmo del más lento es un principio que orienta el trabajo de comunicación interna de la MMM. No es posible encerrarse en una estructura virtual muy compleja, que demanda 24 horas de acceso a Internet, cuando muchas en la MMM no tienen acceso continuo. El evento de cierre de la Tercera Acción Internacional, en la República Democrática del Congo, fue muy educativo en ese sentido, cuando vivenciamos dificultades reales por las cuales pasan las mujeres de África para comunicarse entre ellas y con el resto del mundo. Eso tiene implicaciones concretas, como el hecho de que para nosotras, por ejemplo, no basta enviar por email una propuesta de convocatoria y aguardar respuestas, hay que llamar por teléfono, alertando la importancia de leer el mensaje, etc.
Es estratégico también para el conjunto de los movimientos sociales asumir la lucha por la democratización de los medios de comunicación, que no puede estar restricta a profesionales de la comunicación o especialistas. Esa lucha significa desprivatizar el espacio mediático, para que sea de hecho un espacio público, donde los derechos de todos y todas tengan visibilidad y con eso, más posibilidad de ser asegurados. Durante la Asamblea sobre el Derecho a la Comunicación, realizada en el Foro Social Mundial de Dakar, movimientos de todo el mundo reafirmaron un plan de acción y compromisos comunes en esa lucha. Para leer la declaración de la asamblea, haga clic en: http://www.ciranda.net/fsm-dacar-2011/article/el-derecho-de-informar-y-ser
Finalmente, es importante también ampliar internamente nuestra visión crítica hacia los medios de comunicación y su democratización, preparando y estimulando a las Coordinaciones Nacionales para hacer una reflexión a partir de los datos e informaciones presentadas y de sus experiencias concretas. Tal desconfianza hacia los medios aún no está presente entre muchas militantes de la MMM que, por ejemplo, aceptaron como verdad la cobertura hecha por el canal británico BBC que interpretó la acción como una iniciativa de Olive Kabenge Kabila, esposa del presidente del RDC, y no de nuestra organización.
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[1] Disponible en el sitio www.whomakesthenews.org para descargar en castellano, inglés, francés y árabe.
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Last modified 2011-10-31 10:09 PM
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