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2000 - Cuaderno de reivindicaciones mundiales

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UN MUNDO POR REHACER

 

¿EN QUÉ MUNDO VIVIMOS?


¡Triunfo intolerable de las desigualdades...en un mundo cada vez más rico!

Vivimos en un mundo en el que triunfan las desigualdades. En vísperas del año 2000 siguen existiendo desequilibrios profundos, injustificables e intolerables entre los hombres y las mujeres, entre los países del Norte y los del Sur, entre los del Este y los del Oeste y, dentro de la población de un mismo país, entre ricos y pobres, entre jóvenes y mayores, entre la ciudad y el campo.

Vivimos en un mundo en el que se da un desarrollo técnico y científico espectacular, una mejora substancial de la productividad industrial y agrícola, una explosión de los medios de comunicación. Sin embargo, hay millones de personas sin trabajo y sin acceso a un mínimo vital en cuanto a alimentación y agua potable, a vivienda, a atención sanitaria, a educación, a cultura, a información, a fuentes de energía y a modos de transporte. ¡Qué paradoja! ¡En cualquier lugar resulta ahora posible ser cada vez más pobre en unas sociedades cada vez más ricas! En realidad, la humanidad no sufre de una falta de recursos ni de producción insuficiente de riqueza, sino de un problema grave de acceso universal, de justa distribución y de gestión responsable de estos recursos y riquezas que no son ilimitados. Y son precisamente las mujeres las que, de manera mayoritaria, sufren este mal desarrollo.

Tolerancia y complacencia tenaces ante toda la violencia que sufren las mujeres

Vivimos en un mundo en el que la violencia contra las mujeres continúa siendo una realidad universal: violencia conyugal, agresiones sexuales, mutilaciones sexuales, violaciones sistemáticas en tiempo de guerra. Esta es la realidad que viven millones de mujeres.

Esta violencia se traduce en unas relaciones de fuerza históricamente desiguales entre los hombres y las mujeres y jurídicamente constituye una violación de los derechos humanos y de las libertades fundamentales. Se trata de una realidad universal presente en todas las sociedades, independientemente de la clase social, de los ingresos y de la cultura. Afecta a todas las mujeres. Sería difícil encontrar una sola mujer que no haya tenido miedo, en un momento u otro de su vida, por el simple hecho de ser mujer. Acciones tan simples como caminar por la calle de noche o trabajar de noche pueden representar problemas importantes de seguridad para las mujeres.

Los Estados, que dan prioridad a las costumbres y a las tradiciones sobre los derechos fundamentales, cometen o toleran frecuentemente la violencia física, sexual y psicológica. En algunos países, el simple hecho de ser mujer significa que no se respetan sus derechos.

Crisis profunda de cultura y de solidaridad

Vivimos en un mundo en crisis de identidad, de valores, de proyectos, de solidaridad social, en el que las relaciones humanas se echan a perder por el predominio del economismo; un mundo en el que el arte, la literatura, el teatro, la poesía, la música, la danza se relegan peligrosamente al final de la lista de "prioridades" económicas y en el que el "mundo del ser" está supeditado al "mundo del tener", cuando debiera ser lo contrario lo que dirigiera nuestra existencia. Vivimos en un mundo en crisis de cultura, de ahí la pérdida de referencias, la búsqueda de refugio en las sectas, los fundamentalismos religiosos, los integrismos; un mundo que se hunde en el racismo, en la homofobia y, de forma más general, en la intolerancia hacia la diversidad. Esta crisis bloquea el diálogo entre las culturas cuyo pluralismo constituye una de las mayores riquezas de la humanidad.

Las guerras siempre horribles

Vivimos en un mundo devastado por numerosos conflictos armados llamados de "baja intensidad", que diezman la población civil y cargan los presupuestos de los Estados afectados en beneficio de la industria del armamento. Ya se trate de matanzas interétnicas o de los bombardeos occidentales sobre la antigua Yugoslavia, los hombres siguen utilizando prioritariamente la guerra para "resolver" sus conflictos. En cuanto a las mujeres, en tiempo de guerra sufren formas concretas de violencia, entre las que se encuentran las violaciones sistemáticas, reconocidas como crímenes de guerra sólo desde 1993. En todos sitios las mujeres se alzan para exigir que se acaben las hostilidades y que se busquen soluciones políticas a los conflictos.

Productivismo crónico y agonía del planeta

Vivimos en un mundo en el que, de manera trágica, se ha roto el equilibrio entre los humanos y la naturaleza; en el que principalmente los países llamados "desarrollados" están lanzados desde hace tiempo a una carrera desenfrenada por el crecimiento a toda costa. Existe bulimia de producción y de consumo -de ahí el número considerable de objetos inútiles- que mantienen el círculo vicioso: se produce para consumir y se consume porque se produce. Este productivismo desbocado ocasiona el agotamiento de los recursos naturales y la devastación del medio ambiente, lo cual provoca la agonía del planeta y pone en peligro a las futuras generaciones. Son las mujeres las que, mayoritariamente también, sufren este falso crecimiento.

La escandalosa corrupción como sistema

Vivimos en un mundo en el que la corrupción se ha convertido en algo sistemático en la mayoría de países y se ha "legalizado" a escala internacional. ¿De qué otra forma se puede catalogar esa inmensa riqueza concentrada en tan pocas manos, esas fortunas colosales procedentes de los bienes públicos y acumuladas en detrimento de las obligaciones fiscales para con los Estados o frecuentemente con su complicidad?

Estas riquezas son robadas, desfalcadas y blanqueadas por empresarios privados, sociedades de todo tipo, instituciones financieras, funcionarios de todas las categorías, dirigentes políticos e incluso por gobiernos enteros. Son riquezas que se esconden en paraísos fiscales. El secreto bancario cubre la identidad de los ladrones garantizándoles una impunidad de la que sólo han podido gozar hasta ahora los dictadores.

Estados que renuncian a sus responsabilidades para con sus ciudadanas y ciudadanos y democracias enfermas

Vivimos en un mundo en el que los Estados se niegan a menudo a asumir sus responsabilidades y obligaciones de cara a las ciudadanas y ciudadanos abdicando ante la dictadura de los mercados organizados en un poder supranacional no electo y compuesto por grandes instituciones financieras, bancos, sociedades industriales, multinacionales, etc.

Este poder supranacional impone a los Estados sus reglas para luchar contra el déficit en forma de programas de ajuste estructural para el Sur, de compresiones en los programas sociales en el Norte o del proyecto de Acuerdo Multilateral de Inversiones (AMI) y otros proyectos de este tipo. Los Estados dan muestras con frecuencia de complacencia y de complicidad con este poder otorgándole numerosas subvenciones, desgravaciones o créditos con tipos de interés preferentes.

Vivimos en un mundo en el que la democracia está en peligro porque el futuro del mundo está en manos de estos nuevos "señores de la guerra" que actúan sin ley y sin respaldo social, sin tener que dar cuentas a nadie, fuera de todo control democrático, sin imputabilidad ciudadana.

Sistemas internacionales de "protección" a la deriva

Vivimos en un mundo en el que se ha intentado civilizar las relaciones entre los países y "maquillar" un poco el inmenso poder de los mercados. A punto de empezar el tercer milenio, hay que reconocer que todo va de mal en peor. La ONU tiene muchas dificultades en prevenir o solucionar los conflictos y los poderes económicos reinan como dueños y señores más que nunca.

ESTE MUNDO SE HA CONSTRUIDO PROGRESIVAMENTE POR LA FUERZA CONJUGADA DE DOS FENÓMENOS MUNDIALES

Dominio de un sistema económico único a escala del planeta: el capitalismo liberal

El sistema económico dominante tiene un nombre -capitalismo neoliberal- y un rostro, inhumano. Se trata de un sistema económico que se rige por la competitividad absoluta y se basa en la privatización, la liberalización, la desreglamentación; un sistema sometido a la única ley de "todo para los mercados", en el que los derechos humanos fundamentales están supeditados a la libertad económica, un sistema que provoca exclusiones intolerables para las personas, peligrosas para la paz en el mundo y para el futuro del planeta.

Perpetuación de un sistema social y político dominante para las mujeres: el patriarcado

El patriarcado no data del siglo XX. Este sistema de valores, reglas, normas, políticas, basado en la pretensión de una inferioridad natural de las mujeres como seres humanos y en una jerarquía de los papeles atribuidos a los hombres y a las mujeres en nuestras sociedades surgió y se consolidó hace miles de años, según intensidades variables y las diferentes culturas.

El patriarcado se manifiesta en todos los ámbitos de la vida mediante diferentes estereotipos que condicionan o marcan las relaciones entre los hombres y las mujeres. En vísperas del tercer milenio vivimos todavía en un mundo dominado por este sistema que consagra el poder masculino y produce violencias y exclusiones.

El neoliberalismo y el patriarcado se alimentan recíprocamente y se refuerzan mutuamente para mantener a la gran mayoría de mujeres en una situación de inferioridad cultural, de desvalorización social, de marginalidad económica, de "invisibilidad" de su existencia y de su trabajo, de mercantilización de sus cuerpos. Todas estas situaciones se parecen a un verdadero "apartheid".

PERO YA HAY OTRO MUNDO QUE RESISTE Y SE CONSTRUYE

No está de más recordar que fueron las luchas obreras del siglo XIX y los movimientos sociales (ecológicos, pacifistas y populares), junto al papel cada vez mayor del Estado, los que permitieron "civilizar" los excesos del capitalismo emergente. En cuanto a los movimientos feministas, llevaron a cabo luchas enconadas para que se reconocieran los derechos fundamentales de las mujeres en todos los campos.

En la actualidad, vivimos en un mundo en el que las incontables iniciativas surgidas del movimiento autónomo de mujeres constituyen otras tantas formas de resistencia a las desigualdades, a las opresiones, a las exclusiones. Basta pensar en los múltiples grupos de defensa de los derechos, en las cooperativas, en las cocinas colectivas, en los centros y refugios para mujeres, etc. Basta también con pensar en las luchas por el acceso a la vivienda y a la propiedad de la tierra, por la sindicalización, la democratización de los Estados, la mejora de los servicios sociales y de salud, la educación de los niños, así como por la protección del medio ambiente. Las mujeres son siempre participantes comprometidas y tenaces en estas luchas, que a menudo inician y liderizan.

¿EN QUÉ MUNDO QUEREMOS VIVIR?

La Marcha Mundial de las Mujeres en el Año 2000 quiere romper en todo el planeta y de forma definitiva con el capitalismo neoliberal. No se trata simplemente de ordenar las reglas del juego conservando intacto el sistema. Se trata verdaderamente de pensar de nuevo estas reglas, de crear nuevas reglas a partir de las experiencias y alternativas propuestas por las mujeres y los movimientos sociales a escala local, nacional e internacional.

La Marcha Mundial de las Mujeres en el Año 2000 quiere romper en todo el planeta y de forma definitiva con el patriarcado y acabar con todas las formas de violencia contra las mujeres. Nosotras condenamos la inacción, la ineficacia y el silencio de los Estados que tienen la obligación de proporcionar los medios para combatir la violencia que sufren las mujeres.

Nosotras reclamamos el respeto a la integridad de nuestro cuerpo y de nuestro ser. Deseamos ver medidas concretas por parte de los Estados.

Queremos iniciar el próximo milenio con la certeza de que podemos cambiar el mundo, pacificarlo y humanizarlo. Marcharemos de forma pacífica para que el ser humano esté en el centro de nuestras preo-cupaciones, para mundializar nuestra solidaridad.

Marcharemos para que en el próximo milenio se reconozcan definitivamente los derechos fundamentales de las mujeres como inseparables de los derechos humanos universales, para que el conjunto de los derechos de la persona sean interdependientes, para que la igualdad, la justicia, la paz y la solidaridad sean los valores dominantes.

Marcharemos para manifestar que la participación activa de las mujeres en la vida política, económica, social y cultural es el punto de partida de una liberación para ellas y para sus pueblos, con mucha frecuencia excluidos de las decisiones que les afectan.

Marcharemos para acabar con los procesos de homogeneización de las culturas y con la mercantilización de las mujeres a través de los medios de comunicación para responder a las necesidades del mercado.

Marcharemos para reafirmar nuestro compromiso con la paz y con la protección del funcionamiento democrático de los Estados naciones.

Marcharemos para poner en común nuevas opciones para cooperar y compartir orientadas hacia cambios indispensables.

Marcharemos para acabar con todas las formas de discriminación y de violencia contra las mujeres.

Marcharemos para engendrar un mundo basado en el reparto de la riqueza colectiva, material y espiritual de la humanidad y para que cada cual tenga a la vez de qué vivir y razones para vivir.

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Last modified 2006-03-23 03:07 PM
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