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World March of Women

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Mariela Jarela (Perù )

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No es posible continuar viviendo en pobreza, desigualdad y violencia:

Propuesta ètica, polìtica y feminista de la Marcha Mundial de las Mujeres
 

Igualdad, solidaridad, justicia, paz, libertad. Cinco valores sobre los que toda naciòn deberìa orientar su sistema polìtico. Pero en pleno siglo XXI vemos lo contrario y los gobernantes conducen a los paìses en direcciòn opuesta alejando a la humanidad de su derecho a una  existencia sin miseria ni explotaciòn.

Esos cinco valores universales son una propuesta ètica, polìtica y feminista que lanza la Marcha Mundial de las Mujeres y que en el caso del Perù tienen una vigencia latente ante la suma de discriminaciones que afectan a la mayorìa de su población, especialmente femenina que hoy, como parte de las acciones en el planeta por un mundo sin pobreza ni violencia, estarà movilizàndose en la capital y diversas regiones del interior.


Aquì un panorama de por què necesitamos que esos valores se traduzcan en polìticas y medidas concretas.

Aurora trabaja diariamente màs de doce horas en una empresa dedicada a la agroexportaciòn, actividad econòmica que genera millonarios ingresos al paìs y que se promete continuarà floreciendo con la firma del Tratado de Libre Comercio que el Perù junto a Ecuador y Colombia està negociando con los Estados Unidos.

Aurora es una de las cinco mil mujeres de la costa peruana que se emplea en este sector caracterizado por un règimen laboral atìpico que permite la sobrecarga de horas sin acceso a beneficios sociales. Como muchas de sus compañeras, ella anhela mejorar su situación para poder ofrecer mayores condiciones a su pequeña hija de cinco años, pero por falta de formación y capacitaciòn, no tendrà las oportunidades de conseguir un trabajo de màs calificación y remuneración.


Ella, como todas las mujeres que no pueden elegir el tipo de empleo que necesitan, ven vulnerado su derecho a la igualdad.


La pobreza afecta a màs de la mitad de la población en el paìs, pero son las mujeres quienes llevan la peor parte, sobre todo en las zonas rurales, donde se concentran las mayores tasas de analfabetismo, desnutrición, deserción escolar y mortalidad materna.


Este cìrculo de pobreza que impone el sistema tiene una perversidad inhumana, pues en este contexto de precarizaciòn laboral, recorte de oportunidades, aumento de las brechas sociales y de gènero, se da una feminizaciòn del trabajo en condiciones de grave afectación de los derechos econòmicos, sociales y culturales de las mujeres.

Al carecer de estudios superiores y por tanto de calificación especializada, son la principal mano de obra barata y de fácil recambio. “Yo no quiero que mi hijita pase lo mismo que yo, ella va a terminar el colegio, estudiar una carrera y ser una profesional”, dice Aurora. Pero ese sueño legìtimo colisiona con las barreras que el modelo econòmico neoliberal levanta impidiendo el desarrollo humano, en especial el de las mujeres.


El sistema actual no es solidario con la gran mayorìa de peruanas


Quienes sientan al paìs como un callejón sin salida, se sumaràn a los dos millones y medio de peruanos que estàn fuera de nuestras fronteras. Màs de la mitad son mujeres, pues son ellas las que tienen mayor facilidad para vender las calificaciones “propias de su gènero”: seràn las cuidadoras de otras familias en el extranjero, atendiendo ancianos, enfermos, niños, haciendo la limpieza, mientras sus madres se quedan aquì a cargo de sus propios hijos e hijas.

Esta fuerza laboral femenina, expulsada del Perù, aportarà su enorme y sacrificada cuota para el desarrollo no sòlo de su familia, sino del propio paìs. El volumen de remesas de las personas migrantes en muchas naciones supera la ayuda oficial que reciben de organismos de crèdito. Sòlo en el 2004, ingresaron a Amèrica Latina 45,000 millones de dòlares de los 126,000 millones remesados en total.


Esta acelerada migración que tambièn se ha feminizado desde la dècada de los 90, entraña riesgos severos para la seguridad y vida de las mujeres, pues son potenciales vìctimas de trata con fines de explotaciòn sexual. No se ha podido cuantificar cuàntos de los dòlares que llegan al Perù han sido generados con el uso y abuso de los cuerpos de las mujeres en el exterior.


Pero la violencia no està sòlo en el exterior, sino en las propias casas de las mujeres. Siete de cada 10 peruanas vive alguna forma de maltrato por parte de sus parejas, sin que la respuesta del Estado mejore en la prevenciòn, atención y sanciòn de este grave problema de violación de derechos humanos.


Una vida en paz en el hogar, en la calle, en el paìs es un derecho que todavía no alcanzan muchas mujeres en el Perù.


Por el contrario, los retrocesos en el Ministerio de la Mujer y Desarrollo Social, ente rector encargado de promover la equidad de gènero, estàn colocando en una situación de mayor riesgo a las mujeres. Sus recientes cambios administrativos han restado peso a la actuación del programa destinado a enfrentar la violencia familiar y sexual lo que es sumamente grave teniendo en cuenta el creciente nùmero de feminicidios en el paìs, donde en los ùltimos tres años màs de 260 mujeres han sido asesinadas con extrema crueldad por esposos, convivientes o ex parejas.

La mayorìa de los casos no han sido juzgados y no existe reparaciòn para familiares de las vìctimas. El Poder Judicial tiene una enorme deuda con la justicia de gènero, pues la impunidad es el pan de cada dìa cuando se trata de los mùltiples rostros de la violencia que afectan a las mujeres y que tienen en los ataques sexuales un indignante iceberg.


La justicia està distante de la vida de las mujeres.


El derecho a una vida libre de violencia le es negado a la mayorìa de peruanas, entre quienes hay que nombrar a las mujeres lesbianas, invisibles para la sociedad, para los gobiernos, para el Estado. Forzadas a vivir una doble vida con las consecuencias negativas para su salud mental, estàn privadas de ejercer su identidad y de hablar públicamente de sus problemas y demandas. De hacerlo, la condena social caerà sobre ellas y se traducirà en expulsiones de los colegios y centros de trabajo, en agresiones dentro de la propia familia y en la condena moral que se azuza desde los pùlpitos en una clara promoción de la violencia lesbofòbica.


Existe un profundo temor a la libertad de las mujeres, y es sobre su cuerpo y el ejercicio de su sexualidad donde se sitùan las principales disputas. Ellas tienen que seguir los moldes establecidos por una sociedad con moral catòlica que no reconoce los derechos sexuales ni los reproductivos. Esta posición represora sumada a la debilidad de las polìticas pùblicas originan embarazos no deseados, muchos de los cuales culminan en abortos clandestinos al ser esta una pràctica sancionada por el Còdigo Penal. Las mujeres no tienen derecho a decidir sobre su propio cuerpo y son las màs pobres las gravemente afectadas.


No se reconoce el derecho a la libertad de las mujeres, esencial valor de la humanidad.

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Last modified 2005-12-14 04:53 PM
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